Lectura fácil
Todas las personas deberíamos
tener la oportunidad
de crear música
o de disfrutar música clásica.
Pero estas 2 cosas parecen lejanas
para personas sin dinero o para las personas
con dificultades de comprensión
como las personas con discapacidad intelectual.
Hay 2 imágenes que me han ayudado
a comprender cómo la música
podría ser más inclusiva para todas y todos.
Una imagen es usar instrumentos de cartón
como hacen en el proyecto Acción por la Música.
Allí las niñas y niños con poco dinero
empiezan a practicar para tocar en una orquesta.
Sus primeros instrumentos son de cartón
para que aprendan a cuidarlos.
Así, cuando reciben el instrumento de música real,
lo valoran mucho más.
La otra imagen son partituras con dibujos
que usaban en el proyecto Mosaico de Sonidos.
Son partituras con notas musicales
más fáciles de entender
gracias a los dibujos.
Estas son 2 ideas que nos ayudan
a entender cómo la música
puede ser más accesible para personas
que tienen menos dinero
o que tienen dificultades de comprensión.
Lectura difícil
Si lo piensas, la música parece algo reservado a ciertas personas solo. Y, me refiero, sobre todo, a la creación de música y a la música clásica. Parece un secreto solo confesado a personas con nivel adquisitivo, y también con talento y nivel intelectual. Como si los caros instrumentos, las salas de ensayo o las profesoras particulares pagadas no fueran parte coadyuvante del proceso. Democratizar su acceso se rechaza como algo ridículo, infantil, rayano en lo pecaminoso.
Casi dan ganas de carcajearse cuando conectas el talento con el nivel económico familiar. Pero, a la vez, entristece pensar que todo acercamiento a la música debe resolverse con un éxito mundial memorable y, si no, no resultará válido. Como si disfrutar de la creación de música no tuviera sentido en sí mismo. Como si quedarse en otro escalón, o incluso pensar que no tienes por qué imaginarte una escalera de éxito a la que encumbrarte, no tuvieran ningún tipo de sentido en el idioma social. Como si la mera curiosidad, o el interés, no fueran suficientes.
Hay dos imágenes que han propiciado que vea soluciones muy claras. Por un lado, los instrumentos de cartón de Acción por la Música. En el barrio de Madrid donde vivo, Tetuán, hay una organización que enseña a niñas y niños sin recursos a interpretar música clásica. Tras ver un documental iluminador en su vida, María Guerrero dejó su puesto en un bufete y viajó a Venezuela para entender mejor proyectos musicales de allí. A su vuelta, como no encontró nada igual, pues lo montó ella misma. Años después, orquestas infantiles dan conciertos en el Auditorio Nacional y también en las fiestas del barrio.
Y esa imagen que me impacto es que, por falta de recursos, muchas y muchos empiezan con instrumentos de cartón. Así se acercan a ellos, los cuidan, los conocen, los entienden. Es enternecedor observarles en los recitales cómo los usan como reales, realizan los movimientos y los alzan ante los aplausos. Hasta que llega el momento de recibir el préstamo de un instrumento de otro material, mucho más sonoro y, de esta manera, los cuidan y los aprecian de otra manera.
Antes o después de la barrera económica, nos podríamos topar con la barrera intelectual. Con ese elitismo que parece incapaz de creer en esos pasos intermedios, en facilitar el acceso. Y, sin embargo, hay quienes lo saben superar también. Recuerdo cómo de pequeña, en la clases del colegio, con grupos tan grandes, se me hizo imposible aprender el solfeo correctamente y seguir las partituras. Mi solución fue inventarme una notación para mí misma, una ayuda. Parece que en los 90 a nadie aún se le había ocurrido adaptar las partituras. (Afortunadamente, ya he visto que esto ha cambiado en algunos centros educativos
Muchos años más tarde, conocí el proyecto Mosaico de Sonidos. En él, personas con discapacidad intelectual accedían a varias orquestas como intérpretes. Incluían en sus repertorios una obra, “La flor más grande del mundo”, que cada orquesta adaptaba e interpretaba a su manera, conformando ese mosaico musical. Allí pude ver partituras simplificadas, con dibujos, para que pudieran entenderse y seguirse mejor. O apoyos como una persona marcando el ritmo a otra en el hombre, solo eso bastaba para que pudiera unirse como una intérprete más de la orquesta.
Estas ideas me fascinan hasta el punto de que fantaseo con una investigación que profundice en metodologías para promover la accesibilidad cognitiva en la notación e interpretación musical. Incluso, quién sabe, la composición.
Aplaudo cuando el director del proyecto, Mikel Cañada, advierte que allí no hacen “terapia”, que se trata de disfrutar la música juntas y juntos. Y quizá esta pregunta que él lanza “¿qué música podemos hacer con lo que somos?”; podemos transformarla a “¿qué inclusión podemos hacer con lo que somos?”.
Más información:
Vídeo sobre Acción por la Música
Vídeo sobre Mosaico de Sonidos
Revista Alikindoi
Este artículo es parte de la revista Alikindoi, en la que colaboro, y que ya podéis comprar aquí.
Leave a Reply