Llevo mucho tiempo apreciando el arte urbano, pero estos días haciendo el mapa de graffitis de Tetuán he tenido mucho tiempo más para observarlos y pensar sobre ellos.
Publico esta opinión no como experta, claro está, sino como vecina degustadora del graffitismo.
Son regalos
Javier del Monte le puso palabras así:
“En esos graffitis, me asombra descubrir (…) cuánta decoración consciente y arte regalado al barrio”.
La sorpresa
Esos regalos, además, tienen un efecto sorpresa, como se señala en este artículo sobre los corazones de la M-30:
Me gustas porque me hace ilusión encontrarte. (…) cada vez que descubro uno nuevo, no puedo evitar alegrarme.
A mí me hacen ilusión descubrirlos, pero también convivir con la mayoría de forma habitual. Especialmente, con las flores y paisajes.
Fijarse en la belleza
La opinión pública más difundida (que no tiene por qué ser la mayoritaria, por cierto) suele rechazar de plano los graffitis. Los equiparan con suciedad.
Una gran respuesta es esta comparación de mi amiga Dora:
La gente se empeña en lo feos que son los graffitis. Pero no se queja de otra cosas feas que hay en las ciudades como los coches.
De hecho, alguna persona me contestó alabando algunos graffitis del mapa y poniendo fotos de otros que detestaba y proponía borrar. Yo me pregunté ese día: ¿y quién decide cuáles se borran y cuáles no?
Podríamos preguntarnos también:
- ¿Qué otras cosas feas hay en la ciudad? ¿Y bonitas?
- Algunos debates vecinales se estancan en el “qué sucia está la calle” y “no recogen las cacas”. Tienen mucha razón. Pero, a la vez, a menudo me acabo aburriendo. ¿Nos obsesionamos con los mismos temas y no vemos más allá?
- ¿Puede que a veces no destaquemos nada más que lo que nos molesta y no nos fijemos en la belleza?

Salir de la caja
Otra cosa que agradezco de los graffitis es que me ayudan a salir de la caja. Te presentan reflexiones y mensajes que puedes o no compartir. No puedes seleccionar aquellos que ves o no. (Aunque sí pararte a pensar o no.)
Precisamente, uno de los mensajes que he descubierto y que más conversación más dispar me ha dado es este.

¿Qué te sugiere a ti? Yo he charlado con gente desde la posible relación con el Estado de alarma por la COVID-19. Es decir, respetar las normas no quiere decir que estés de acuerdo con el Gobierno. Me parece un mensaje brutal.
Pero también se puede aplicar a los cuidados familiares que cargan muchísimas mujeres. A menudo, puede confundirse la responsabilidad que presentan con que estén dispuestas a seguir cada indicación que les den.
Y, al revés, este mensaje puede ayudarte a descargarte cuando caes en una actitud sumisa y te asignas una hiperresponsabilidad.

¿Son controlables?
Propuse compartir el mapa como una actividad cultural alternativa a ir una exposición de arte o un museo. Pero, mientras paseaba, más diferencias encontraba con estos espacios.
Más allá de lo obvio: están al aire libre.
Lo interesante es que el mensaje no está controlado por la figura del comisariado. Más allá de la persecución policial y presión vecinal. La expresión que te encuentras no tiene por qué tener un hilo conductor. Las y los artistas exponen en un sitio y, a no ser que sea un camión o un vagón del tren, la obra no se mueve y queda ahí.
Esto me parece tan interesante desde el punto de vista artístico que me parece de suficiente peso para descartar la idea de borrarlos.
Así que cambio el subtítulo por un: “¿Para qué queremos controlarlos?”.

De quién son los muros
En otro paseo, me sorprendí preguntándome de quién son los muros: ¿de las personas que viven dentro o de las personas que los observan desde fuera?
Desde esa perspectiva, podríamos plantearnos que la cara exterior de los muros son de todas y todos. Y también la responsabilidad y la oportunidad de entenderlos como lienzos o como bloques grises que convierten en celda el paisaje.

Los ángulos muertos espaciales y temporales
Los graffitis son efímeros. Pero es que además muchos hasta tienen horarios: los que están en cierres de comercios, no son visibles en horario comercial. Solo puedes descubrirlos temprano, tarde o en domingo.
Otras veces están en cocheras. Si te pilla la cochera abierta, te los pasas o tienes que esperar para observarlos.
No solo hay ángulos muertos temporales, sino espaciales. Me ha pasado varias veces que encuentro nuevas cosas que no he visto en la misma calle si paso más veces. Quizá a veces es porque no miré hacia allá. Porque iba en un sentido y el graffiti se descubre caminando hacia el otro.
O simplemente porque miras y no ves.
Mirar y ver
Aportan contenido al entorno. Lo bonito en definitiva de los graffitis, en contraposición de los muros vacíos, es que puedes mirar y encontrar algo.

Gonzalo
A mi me gustan los que tienen dibujos, los que tienen solamente firmas o mensajes me parecen una guarrada, si vas hacer más bonita la ciudad encantado, pero a los que solo firman o escriben les diría que solo escribiesen en la pared de su casa, no creo a nadie le guste levantarse por la mañana y ver en la pared de su casa pintarrajeado un cutre David20 por ejemplo.
Olga
Tampoco me gustan las firmas, al menos la mayoría. Aunque también hay muchas curradas, con tipografía y uso de color espectacular. Supongo que hay un uso “rupestre” (o “urbestre”, que he leído hoy mismo por ahí) del graffiti para marcar espacios, como seña de identidad cuasi adolescente. También a veces pienso que las firmas pueden ser un estadio previo al graffiti artístico. Otras veces se quedarán ahí. Nos soy una experta. Pero me ha quedado claro con este proyecto que muchos graffitis merecen la pena y que no me vale el discurso generalizador “graffiti = guarrada”.