¡Buenas! Llevo un tiempo leyendo uno de los libros considerados como pilares del feminismo: “La mística de la feminidad” de Betty Friedan. Su autora trabajó en las llamadas revistas “femeninas” y acabó aborreciendo el discurso alrededor de las mujeres.
De qué trata el libro
En este libro, documenta de forma precisa algo brutal y silenciado que llama “el problema que no tiene nombre”. Se trata de un fenómeno que vivieron millones de mujeres estadounidenses entre los años 40 y 50. Y, posiblemente, un fenómeno demasiado actual.
Se trata del vacío existencial, y derivados problemas psicológicos, relacionales y vitales, de mujeres que tras estudiar carrera e incluso tener empleo tuvieron que volver a encargarse del hogar debido a una increíble presión social.
El libro lo analiza desde los artículos de prensa y anuncios de televisión, desde las teorías psicológicas o incluso estudiando el tiempo que se dedicaba a las tareas domésticas.
Una auténtica trampa que continúa existiendo debido a esa presión social.
La conquista del tiempo
Precisamente, aunque he subrayado casi todo el libro, empiezo compartiendo algunas notas sobre el capítulo 10, que se titula “Las tareas domésticas se expanden para rellenar el tiempo disponible”.
Me ha parecido muy interesante porque nos puede llevar a reflexionar, desde otra perspectiva, a las urgencias con las que vivimos actualmente toda las personas, pero en especial las mujeres debido a su carga extra de tareas de cuidados.
El capítulo explica cómo muchas mujeres, a pesar de contar con ayuda de empleadas, de maridos o de los electrodomésticos, no sólo no parecían acabar nunca sus tareas, sino que estaban continuamente cansadas.
Según un estudio que cita el libro en su página 297, después de la II Guerra Mundial:
- Una familia típica estadounidense consumía unas 60 horas en sus tareas domésticas.
- Una familia de ciudad pequeña dedicaba 78 horas.
- Una familia de ciudad grande dedicaba 80,5 horas.
Es decir, con todos sus electrodomésticos y demás apoyos, las amas de casa de los barrios residenciales y de ciudades dedicaban más horas a las tareas. Aunque la mujer de un granjero, por supuesto, tenía otro montón de tarea no doméstica adicional que hacer.
Al parecer, existe un principio formulado por un tal Northcote Parkinson, a partir de su experiencia con la burocracia administrativa, que dice que “el trabajo se expande para rellenar el tiempo disponible”.
Friedan lo explica así:
Cuanto más se priva a una mujer de una función en la sociedad acorde con su propia capacidad, más se expande su trabajo en casa, como madre y como esposa -y más se resistirá a acabar su trabajo doméstico o de madre y a dejar de tener una función. (Obviamente, la naturaleza humana también aborrece el vacío, incluso en el caso de las mujeres.)
La falta de participación
Me interesa mucho desatacar eso de que “Cuanto más se priva a una mujer de su papel en la sociedad”. El “aburrimiento” a veces puede percibirse como un asunto fútil al que no debemos prestar atención. Pero, ¿y si esconde la privación de su derecho a la participación de mujeres? Yo lo he visto muchas veces en infancia y adolescencia, por ejemplo.
En otro fragmento, habla de la falta de estímulo:
El cansancio crónico de muchas amas de casa se debe a la reiteración de sus labores, a la monotonía del entorno, al aislamiento y a la falta de estímulo. (…) Cuanto más supera tu inteligencia las necesidades de tu trabajo, mayor es tu aburrimiento.
No puedo evitar pensar cuántas maravillas tecnológicas, artísticas, científicas, etc… estamos perdiendo debido a no ser capaces de dar oportunidades, escuchar y en definitiva lograr que las mujeres tengamos el papel que merecemos en el mundo.
Y algo así menciona la autora:
¿Acaso, al sugerir que las mujeres deberían, por su propia voluntad, recuperar algunas de sus funciones en torno al hogar, como cocinar, conservar los alimentos o decorar, no estamos cambiando el sentido de las manecillas del progreso?
Aquí vendría una reflexión un poco más extensa sobre el progreso. En este caso, considero que los cuidados son progreso, pero organizados de otra manera. Aunque entiendo la postura de la autora en la época y con lo que ocurría.
La cuestión es tan disparatada que, en el capítulo, Friedan indica que es posible que muchas mudanzas a barrios residenciales pudieran basarse en razones como el vacío que se sentía:
La mujer con dos hijos, por ejemplo, aburrida y ociosa en su apartamento de la ciudad, se ve empujada a través de su sensación de futilidad y vacío a trasladarse, “por el bien de los niños”, a una casa espaciosa de un barrio residencial. Esa casa se tarda más en limpiar y las rutinas relacionadas con hacer la compra, cuidar el jardín, hacer de chófer y bricolaje consumen tanto tiempo que, durante una temporada, da la sensación de que el vacío ha desaparecido. Pero cuando la casa está amueblada, los niños están en el colegio, y cuando ha cuajado la presencia de la familia en la comunidad, ya no queda “nada a lo que aspirar” (…).
Por el bien de los niños y las niñas... ¿Cuántas veces tomamos decisiones basándonos en el bien ajeno que hacen más infelices a las madres y, por tanto, acaban influyendo en esas niñas y niños?
También, en relación al tiempo, y también al espacio, destaca el tema de la falta de privacidad:
Llama la atención los pocos lugares que hay en casas tan espaciosas y en esos desparramados barrios residenciales, donde puedas estar a solas (…) [Algunas mujeres tenían la intención de colocar] una puerta en una de las habitaciones de la casa para tener algún lugar propio, sólo una puerta cerrada entre mí y los chicos cuando quiero pensar, trabajar, estudiar o estar sola. Sin embargo, la mayoría de las amas de casa no cierran esa puerta. (…) Aunque tuviera más tiempo y más espacio propios, no sabría qué hacer con ellos.
Esto también sale en Los Simpson
Todo este capítulo me recuerda a un capítulo de Los Simpson en el que se mudan a una casa tan perfecta en la que Marge, la madre, no encuentra tareas que hacer y acaba dándose al vino.
Creo que es en ese mismo capítulo en el que, incluso, acaba despertando a la bebé para tener algo que hacer.
Jose Luis aplaudirá la mención. ¡Un saludo!
¡Contadme!
¿Qué opináis de todo esto? ¿Os ha llamado la atención algo?
Capo
Me parece muy interesante tu planteamiento sobre “cuántas maravillas tecnológicas, artísticas, científicas, etc… estamos perdiendo”. Una sociedad que se plantee retos en serio no puede permitirse desaprovechar tanto talento.
Por cierto, me apunto la referencia, que hace tiempo que no leo ensayo.