En ocasiones, vas con prisas. O alguien te espera y no quieres molestar. O tienes muy claro qué quieres. O qué te han exigido leer. Entoncds ir a la biblioteca es un trámite fugaz. Pero, cuando voy a la biblioteca sin certezas, ni prisas, la visita se convierte en un ritual placentero al que sucumbo desde hace años.
Primero visito el expurgo. Las recomendaciones de las profesionales. También de las lectoras y lectores, si la sala tiene ese panel. Quizá también las novedades. Pero, de seguro, escojo una estantería al azar, casi siempre de novela, y leo numerosos títulos y autoras. Saboreo y me dejo seducir. Si uno llama mi atención, atiendo al resumen y a la biografía de la contraportada.
Tengo o he tenido carnets de variadas bibliotecas. Me conozco sus “ofertas” y horarios. Las que abren en fin de semana. Las que prestan en verano hasta cinco libros. Las que permiten renovar el préstamo por teléfono.
Preselecciono cinco o seis libros. Me siento, comienzo a leer. Muchos pasan la prueba. Algunos vuelven a los carritos o estantes. Y vuelta a comenzar con el ritual.
Tuve una época en la que iba tanto a la biblioteca de Jaén que bromeaban con que acampaba dentro. Incluso me hicieron una foto en el periódico local en la que salgo allí.
Otra delicia era volver a casa y jugar a los cromos. Mi hermana me preguntaba qué libros había escogido. Yo le contaba mi selección. Me sigue gustando explicarlo.
Hoy he desechado varios de autores japoneses porque el último que leí era de ese origen. He escogido uno de piano con breves descripciones por compositor. Me apetecía algo de heroínas. He encontrado uno de fantasía épica que al parecer tiene bastante presencia femenina en las aventuras. Aunque yo creo que debería haber una sección solo de aventuras de mujeres. La necesito. Buscando este último, he visto el de Lupin, que seguro es divertido.
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