Me ha gustado mucho el artículo “Quise ser como Bebeto” de Gaelx y se me ha ocurrido publicar uno en paralelo con mi propia experiencia con el deporte, que también ha sido variada.
He competido en equipos de tres deportes diferentes: fútbol sala, baloncesto y voleibol. Con el último, me ocurrió algo similar a Gaelx: odié el deporte gracias a mi entrenador. Era un pedazo de bruto cuya finalidad es que, cada tarde, saliéramos con los antebrazos enrojecidos.
Al voleibol, igual que al baloncesto, jugué por prescripción médica. Desviación de columna. La amenaza del corsé. De hecho, para luchar contra esa amenaza, incluso también me apunté a algo de lo más lejano a mi personalidad que pudiera imaginar: danza (y no precisamente contemporánea).
De mi etapa de jugadora de baloncesto en Jaén lo que más recuerdo es que en mis primeros partidos no se habían dedicado a explicarme las reglas de juego -quizá dieron por sentado que las conocía al entrar al equipo- y no dejaba de cometer faltas, sobre todo en los tiros libres, al saltar más allá de la raya cuando lanzaba.
En todas estas experiencias, debo decir que siempre me sentí estúpida por inocente: no comprendía los comentarios de vestuario entre las compañeras del equipo. Las pullas. La competitividad. Las disputas acusando de no acudir a los entrenamientos, de no esforzarse o simplemente conversaciones más personales.
Una vez en Madrid, es decir, con la mayoría de edad, volví al baloncesto con un equipo de chicas lesbianas, que había nacido en una asociación LGTB y acabó funcionando de forma autónoma. Cada domingo, la pachanga que echábamos me servía para desintoxicarme, reírme, hacer amigas (conservo algunas de ellas) y entenderme mejor. Además, a menudo organizábamos excursiones. De entre todas las experiencias anteriores con equipos, ésta fue la que más objetivos cumplió, con la que me sentí más satisfecha.
Eso fue hasta que el equipo decidió abandonar la etapa de pachangas (de casi 10 años de historia) y empezar a competir. El ambiente en realidad ya estaba estropeado por enfrentamientos personales, pero para mí ese fue el momento de tomar la decisión de abandonar el equipo.
Así pasé a una época más individualista del deporte: bicicleta. Como sabréis si os pasáis por este blog, no sólo me hago rutas por Madrid y cercanías, Asturias o el canal de Castilla. Lo que realmente me parece épico es el cicloturismo: haberme cruzado varios países o regiones en bici. Austria, Hungría, Cerdeña, Francia, Holanda, Alemania… Pero, ¿lo considero deporte? También tiene que ver mucho con una forma de viajar.
Suelo cuantificar mi experiencia deportiva con los equipos en los que he jugado, pero, ¿y qué hay de las relaciones más puntuales y no competitivas? Estuve un año entero participando en salidas de senderismo. Tengo un título de piragüismo y lo practiqué en mar abierto durante varias vacaciones de verano. He nadado durante años por prescripción médica y he sido nadadora en varios grupos, y rechacé competir cuando me lo propusieron.
Si tengo que pensarlo, cuando he sido más feliz haciendo deporte (o ejercicio físico) ha sido precisamente en esos momentos en los que no competía con un equipo o cuando jugaba felizmente en el patio del cole o del barrio pachangas de fútbol, pachangas a “matar” (balón prisionero), “arroz pa’tós”, “rugby español” (una divertida versión que nos propuso un profesor de gimnasia) y otros juegos que no se consideran deporte. Incluso el ejercicio que hago en la huerta me hace mayor ilusión que entrenar o competir en ciertas experiencias anteriores.
Todo esto me ha llevado a pensar: ¿cómo escogemos los deportes o ejercicios que realizamos? Se me ocurren unos cuantos factores:
- Cuando eres adulta, demasiado a menudo escogemos realizar deporte por la presión social y fijación por moldear nuestros culos
- Pasión por ese deporte: es tu favorito o uno de tus favoritos
- Salud. Como habéis visto, yo lo he practicado en muchas ocasiones por prescripción médica, aunque no hace falta que te lo mande la doctora o el doctor
- Amistad, lo practican nuestras amigas y amigos
- Limitación. No tenemos a mano el deporte que nos gustaría, y escogemos el que hay. Esto, por cierto, ocurre mucho en el mundo de la mujer, ya que no hay tantos equipos y por tanto posibilidades, sobre todo en localidades pequeñas.
Rumiando esto, creo que posiblemente no he sido muy consciente a la hora de escoger deportes. Quizá toda esta experiencia me ha servido como proceso para descubrir lo que busco de un deporte.
Así que, me gustaría reivindicar para mí misma:
- Buscar espacios deportivos en los que el discurso predominante sobre el deporte no sea equivalente a sacrificio, superación y competitividad. No comparto esa emoción por el sufrimiento cuando se puede hacer deporte riendo. Mi objetivo primordial no son las marcas, ni adelgazar ni muscularme, ni machacarme. Es un discurso que a mí me amarga, me tensa y lamento que sea el predominante, ya que esto provoca todas esas discusiones y malos ambientes y, en general, una forma de entender el deporte que suele estar relacionada más con lo belicoso que con la paz
- El deporte como juego. Mi objetivo es pasarlo bien, disfrutar y reírme. Si además antepongo y cumplo este objetivo y los que vienen a continuación, tengo más posibilidades de que siga practicando el deporte.
- El deporte como vía de socialización. Deportes que antepongan la amistad (crearla o mantenerla) a la práctica del deporte
- El deporte como forma de construir algo. ¡Me entusiasma! En lugar de ir al gimnasio, que mi deporte o ejercicio sea ayudar en la huerta del barrio, participar en una plantación de árboles, echar una mano en la jardinería del parque, arreglar una plaza o un centro okupa. Me encantaría asistir de forma habitual a convocatorias de este tipo
- El deporte como actividad creativa y diversa. ¿No os cansáis a veces de que haya pocos deportes predominantes? A mí me gustaría jugar cada día a algo diferente, aprender nuevos deportes, investigar en juegos populares antiguos o de otras culturas e incluso inventar mis propios deportes o juegos.
- El deporte mezclado con tu estilo de vida o tu forma de viajar. En mi caso, me muevo por Madrid en bicicleta y viajo también en bicicleta. ¿Se te ocurren más mezclas?
¡Ay, cuéntame! ¿Cuál es tu relación con el deporte? 🙂
Artículos relacionados
Leave a Reply