¿Por dónde íbamos? ¡Ah! En un post anterior, os conté cositas hasta el domingo pasado. ¡El lunes fue increíble! Empezó con una reunión con las chicas de Comunicatis, un proyecto que ofrece una asignatura de educomunicación en institutos. Van con su mesa y micrófonos de radio colgando allí donde les llaman. La verdad es que es un empleo que me encantaría tener también. Podría profundizar algo más, cosa que en Cibercorresponsales no vivo debido a que el contacto directo con los grupos lo tienen sus responsables. La verdad es que fantaseo a veces con impartir una asignatura así… ¡la de proyectos bonitos que podrían surgir con un grupo motivado!
Luego, ¡BROAAAAAAAAAAA!, ¡visita a la Biblioteca Nacional! Se trata de un regalo que nos hicieron a las personas que participamos en el Editatón. Fue un evento en el que estuvimos publicando contenidos en la Wikipedia sobre los Premios Cervantes. Entonces empezó aquello de Poniatowska que os relaté tan detalladamente.
Me encantó la visita: nos contaron un montón de curiosidades, me quedé con muchas preguntas, se me hizo cortísima… ¡y eso que nos premiaron con la versión extendida!
Entre las cosas que me llamaron la atención fue que nos comentaron que en la Biblioteca Nacional no sólo se guardan libros, sino desde cuadros hasta polveras y barajas de cartas. Esto es así por varios motivos. En un principio, se pensó este edificio como un palacio “total”, mezcla de biblioteca, museo e incluso escuela de diplomacia. Así que empezaron a acumularse y registrarse una cantidad muy grande de obras.
Luego, se empezaron a construir museos específicos y repartir en ellos obras, pero algunos quedaron en la biblioteca. Además, desde una mirada amplia, la biblioteca debe conservar memoria de los documentos… ¡y a veces se puede considerar que la pegatina de una caja de frutas del siglo XIX tiene mucho que decir sobre su historia y literatura!
Nos enseñaron manuscritos de Machado (a una señora muy graciosa le temblaron las piernas al verlos) (me acordé de Manu, un compi de la facultad muy fan también) (debería escribirle, ¿no?), un incunable y algunos de los primeros libros que se imprimieron. También una edición de El Quijote increíblemente elaborada para la época.
Nos hablaron también de las condiciones en las que se guardan y protegen, los diferentes carnets y las remodelaciones que ha sufrido el edificio para ampliar espacio. Por ejemplo, han dividido cuatro plantas en doce, de manera que a través de ascensores van almacenando las piezas.
¿¿¿Sabéis cómo se ordenan los libros de la Biblioteca Nacional??? Pues de la última manera que se me hubiera ocurrido: no se ordenan ni por autora, ni título, ni género… ¡POR TAMAÑO! Se trata de una forma de optimizar el espacio. Dado que las y los bibliotecarios son los únicos que los tienen que localizar, y el sistema está informatizado, es la mejor opción. Y, por esta razón, lo primero que se hace cuando llega uno nuevo es… ¡medirlo!
Por cierto, también ese día estuve fantaseando con trabajar como bibliotecaria en la Biblioteca Nacional. Es muy gracioso eso de querer trabajar de todo [lo que me hace ilusión]. Uy, se me ocurre que esto da para un cuento: una protagonista curiosa que, con cada persona que conoce, le nace una vocación diferente y va cambiado diariamente de trabajo.
¿Lo peor de la visita? ¡No nos dejaron echar fotos! (No dejan echar fotos a nadie, básicamente, no porque fuéramos wikipedistas.)
Así que se me ocurre ilustrar el artículo con este vídeo de algo que vi justo al salir de la visita:
El martes se había convocado un taller infantil en la huerta dinamizado por mi amiga Adela. Ella no pudo ir y me pidió que lo llevara yo. Ahí estuve, con Chloé, una niña de 4 años, y niñas y niños aún más peques. En realidad, las que curramos de verdad fuimos Chloé y yo, porque los bebés fueron a su rollo (jajaja). Estuvimos preparando el otoño: retirando las albahacas, los tomates y los tajetes, situando en los bancales plantones de espinacas y guisantes y, por último, echamos algo de abono natural que nos regaló un vecino.
Lo más interesante de ayer miércoles fue que me reuní con dos ex cibercorresponsales y el responsable de su grupo en Móstoles. Son Sofía y Adri, que ya han cumplido 18 años y quieren llevar su propio grupo. Les sugerimos que redactaran un mínimo proyecto. Decidieron que, posiblemente, el grupo lo lanzaran en un espacio de ocio juvenil llamado La Guarida. Estuve fantaseando con actividades que se podrían proponer como un mapa de lo que mejorarían en su ciudad, encuestas y entrevistas a vecinas y vecinos y un “safari” fotográfico local.
Luego estuve en clase de piano. Una de las piezas que llevaba estudiadas es la Op. 82 Nº 65 de Cornelius Gurlitt, apropiada para trabajar el equilibrio entre ambas manos, ya que es la derecha la que hace de bajo y la izquierda la que lleva la melodía, al revés de lo habitual. Además, la derecha se encarga de muchos acordes repetitivos. La complejidad estriba en cómo hacer que, siendo diestra, tu mano con más fuerza y agilidad toque suavemente, mientras la izquierda lleva la voz cantante.
El profe me indicó un truco para restarle fuerza a la derecha: no despegar los dedos de las teclas, no alzar la mano apenas, incluso tener mínimamente pulsada la tecla. ¡Qué truco!
Hoy, ¡por fin!, hemos estado en la oficina ultimando los preparativos del III Encuentro Interplanetario de Cibercorresponsales. Entre ellos, llevar el material al albergue rural. Hacía un día fantástico y daban ganas de… ¿adivináis qué? … ¡quedarse a trabajar y vivir allí!
aidutxi
Eo! Yo visité la Blibioteca Nacional este sábado y me flipó!!!! Por supuestísimo que no dejo de soñar allí desde entonces! 🙂
aidutxi
*no dejo de soñar con currar allí =P
Olga
¡Yo quiero trabajar y VIVIR allíiiiiiiiiiiiiiiiiii!