el blog de los proyectos de Olga Berrios

Momentos creativos

¿Quién era Uno?

Sólo sabía que se llamaba “Uno”. Pero, ¿quién era?

El contacto con quien chateaba la persona sentada a mi izquierda se llamaba así. O le habían llamado así. Acababa de girar la cabeza hacia la izquierda y es lo que había visto. Uno de esos gestos de indiscreción, o quizá aburrimiento, del metro. Ahora, me corroía la duda. La impaciencia. El relato era imparable y retumbaba como el traqueteo del tren.

La primera sospecha que me vino a la mente es que, posiblemente, se tratara de la persona con la que se debe contactar en el caso de que, la poseedora del teléfono, tenga alguna urgencia. Pero se leía “Uno”, no se trataba del número “1”, sino que estaba escrito con letra. Por tanto, alfabéticamente, no se situaría en la primera posición del listado de contactos, que sería lo lógico de esperar del número de contacto en caso de urgencia.

¡Qué misterioso! Pero, pensándolo bien, lo misterioso no era sólo el contacto, sino también la chica que chateaba con él. ¿Quiénes eran? ¿Guardaban historias fascinantes? ¿Había gente así en el mundo?

Entonces recordé la conversación que, la pasada noche, había tenido con una amiga. Ella hablaba sobre sus últimas parejas como “el cuarto” y “el quinto” que había conocido a través de una red social. Quizá esta chica enumeraba realmente de esa manera a todas sus parejas. Y, si consultabas su agenda de contactos, podrías encontrarte también con Dos, Tres, Cuatro y así quizá hasta Veinte, Treinta y Siete o ¿hasta cuánto?

Recordé que mi amiga había bromeado con la idea de que, sus ligues, podían ser reyes: Felipe IV, Alfonso V o Jesús VII. ¿Y si la chica sentada a mi izquierda estaba chateando con un rey? ¿Y si se trataba del rey de España? Si guardaras el teléfono del rey en tu agenda de contactos, ¿pondrías “Juan Carlos I” como nombre? Quizá, para despistar, le había llamado simplemente “Uno”. ¿Juan Carlos I tendría WhatsApp? ¿Compartiría fotos y vídeos valiosos y/o estúpidos como el resto de la población? ¿De qué chateaba?

Ante la idea de que “Uno” fuera una persona famosa ocultándose, se me ocurrió una idea aún más elaborada. En una cadena de radio, habían organizado un concurso. El premio consistiría en que, la persona ganadora, conseguiría contacto directo por chat durante una semana con la artista que encabezara la lista de éxitos. Me reí por dentro ante la idea de que la viajera estuviera chateando en ese momento con Shakira. Quizá la siguiente semana les tocara a Melendi o La Quinta Estación chatear con una o un desconocido. No sé qué conversación podría entablar yo con Melendi por chat, la verdad.

Sin embargo, esa idea no me resultó tan sabrosa como la siguiente: ¡se trataba de nombres en clave de un grupo de espías! Quizá, a mi izquierda, la agente Siete recibía instrucciones de la cabeza de operación, Uno, para que se colara en el Ministerio de Exteriores y robara documentos de alta seguridad. O quizá se trataba de una banda de ladrones, como en la película “Once eleven”, y se disponían a burlarse de Tita Cervera.

Cabía la posibilidad de que se tratara de un mote. El contacto de esta chica se consideraba el mejor en… ¿el fúbtol?, ¿atletismo?, ¿parchís? … y en su pandilla le apodaban “El número uno” o simplemente “Uno”. O, por otro lado, quizá su madre y/o su padre, sus madres o sus padres habían deseado durante largo tiempo tener descendencia. Se repetían: “¡Sólo queremos uno!” y “¡Sólo uno!”. Así que, cuando el bebé nació, no dudaron en bautizarle: “Uno”.

Si analizabas un poco más, Uno podría tratarse de una sigla: Unidad Nacional de Observación. Universidad Neerlandesa del Ozono. Unión Nociva de Objetos. Ultra Nuclear Onda. Universo Nuevo Operativo.

Entonces caí: ¡UNO! ¡Son las siglas de la Organización de Naciones Unidas en inglés! ¿Estaríamos hablando del Secretario General? ¿Estaría esta chica aconsejándole para sus próximas decisiones? ¿O animándole debido a sus fracasos para conservar la paz en el mundo? ¿Sería una Mafalda moderna y de carne y hueso?

No había leído nada del resto de la conversación, sólo el nombre del contacto. Podría ocurrir que esta chica tuviera una enfermedad por la cual sólo pudiera leer números y no letras. O, aún más sorprendente, iba sentada junto a una androide que chateaba en binario y cuyos contactos se almacenaban así.

Quizá ella estaba tecleando: “01010110 01101111 01111001 00100000 01110000 01101111 01110010 00100000 01000001 01101110 01110100 11000011 10110011 01101110 00100000 01001101 01100001 01110010 01110100 11000011 10101101 01101110”.

Y Uno le contestaba: “01010100 01100101 00100000 01100101 01110011 01110000 01100101 01110010 01101111 00100000 01100101 01101110 00100000 01101100 01100001 00100000 01110000 01101100 01100001 01111010 01100001 00100000 01000010 01010011 01010011”.

Cuando estaba disfrutando de, en mi opinión, la mejor versión posible del relato, redescubrí mi error: ¡Uno estaba escrito con letra, no con número! ¡No tenía sentido así la limitación al uso del lenguaje binario o numérico!

La última idea divertida que se me ocurrió es que la chica podría estar chateando con el primer número de teléfono que existió, el Uno. Quizá tenía línea directa con la familia sucesora de Alexander Graham Bell.

Meditando esta última posibilidad, me di cuenta de que había abandonado hacía rato el vagón donde se sentaba la chica. Había caminado maquinalmente hacia mi destino. Y no me había parado a espiar parte de la conversación en busca de pistas ni me había esperado por si, a la siguiente parada, Uno -que le esperaba en el andén- subía al mismo vagón, se saludaban, besaban y ¡entonces, sí! podía contemplar su cara.

No, me marché sin pistas. Sin volver a girarme a cotillear. La realidad había permanecido en un segundo plano. Mientras, el relato había conquistado el mundo. Imparable y atronador como la pesada maquinaria del metro.

Notas.-

  • Relato escrito con ideas de Esther y Eva, además de algunas mías.
  • Código binario traducido con esta web. Podéis traducir también a la inversa para descubrir la conversación robótica: http://www.traductorbinario.com
  • Imágenes: Widianto y Hannu Oskala

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