- Siempre he querido tener un huerto. De pequeña, en mi aldea, sembraba en cualquier sitio. Llevo un par de años fantaseando con montar uno en las decenas de solares abandonados en mi barrio
- Gimnasio gratis. Haces ejercicio de forma barata
- Tomas el sol en invierno. Sorprendente, pero es algo que ocurre difícilmente si pasas muchas horas en la oficina o si las aficiones o actividades que realizas son bajo techo (bares, cines, bibliotecas, piscinas cubiertas…). Como suelo decir: ¡Hago la fotosíntesis!
- Contacto con el medio y con el tiempo. A veces olvidamos cómo crecen las cosas, los cuidados que necesita el mundo, qué es la lluvia (¿un estorbo o algo necesario?), cómo huele la tierra, cómo pasan las estaciones, cómo afecta cada cosa… No estamos pendientes de la hora, de las horas de luz, no nos ocupamos de las nubes…
- Aprendes cosas diferentes. Ahora sé qué es un rasillón, ligeramente cómo podar, cómo intentar conseguir una mejor postura para picar… aunque me queda todo por aprender
- Aprendes nombres de personas. ¡Vecinismo! En un solo mes he conocido a más vecinas y vecinos que en tres años en el barrio
- Ilusión visible. Mucha gente pregunta. Curiosea. La gente del barrio se asoma al huerto y comparte su emoción: ¡Cómo está de avanzado! Os voy a traer un arbusto (árbol, flor, plantita) que tengo en casa que… Qué bien que hagáis esto por el barrio.
- Mover brazos y piernas. Un día, de regreso del huerto, exclamé que me gustaba poder mover los brazos y piernas. Normalmente lo hacemos, pero poco. Sobre todo en trabajos y vidas tan sedentarias como las actuales en este lado del mundo
- Ejercicio por algo con mucho sentido. Cuando hago deporte, no me gusta ponerme objetivos. No me gusta tampoco competir. A no ser que sea cruzar un país, no suelo marcarme retos. No me gusta ese estilo. Pero aquí he encontrado un ejercicio que tiene además una utilidad que no es sólo individual (mejora de tu salud) sino para la comunidad y el medio ambiente (recuperación de una zona contaminada del barrio)
- Desprofesionalizar ciertas cosas. La limpieza del barrio, el cuidado de los jardines, la decisión sobre el espacio urbano… hemos especializado y profesionalizado todo. Vivimos en mundos estancos. Pues a mí, de vez en cuando, me apetecería echar una mano en el cuidado del parque, en la frutería o en la piscina… ¿por qué no? Si alguien te forma y acompaña, puede resultar relajante, inspirador, satisfactorio y hacer que las personas cuidemos y valoremos más su trabajo y el entorno
- Punto diminuto de mejora. Me gusta pensar que muchas personas estamos mimando un pequeño terreno como si fuera una joya. Invirtiendo horas y horas en una pequeña parcela. ¿Qué pasaría si pudiésemos hacer eso mismo con toda la ciudad poco a poco? ¿Cuánto trabajo costaría? ¿Cómo se transformarían las cosas?
Foto de Martín Carril en el Facebook hortelano. La verdad es que todavía, de lejos sobre todo, tiene más aspecto de mina que de huerta… ¡pero ya veréis!
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