– ¿Eres valiente?
– No mucho -dije.
– ¿Y nunca lo has sido, ni siquiera antes?
– Nunca, jamás lo he sido.
– ¿Y curiosidad? ¿Tienes?
– Curioso sí lo soy, un poco.
– ¿Y no crees que la curiosidad y la valentía se parecen? -dijo May Kasahara-. Donde hay valentía hay curiosidad, y donde hay curiosidad hay valentía, ¿no te parece?
– Pues sí. Es posible que se parezcan en algo -dije-. Quizá haya casos en que coinciden, tal como dices.
– Como cuando te cuelas en casa de los demás.
– Por ejemplo -admití pasándome el caramelo de limón encima de la lengua-. Cuando entras furtivamente en el jardín de los demás parece que la valentía y la curiosidad actúen juntas. A veces, la curiosidad puede despertar el coraje o aviviarlo. Pero, en la mayoría de los casos, la curiosida enseguida se desvanece. La valentía tiene que recorrer un camino mucho más largo. La curiosidad es igual que un amigo simpático en quien no puedes confiar. Te instiga y, cuando le parece, se va. Y entonces tú sólo tienes que tirar adelante haciendo acopio de coraje.
Haruki Murakami en “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”.
Las negritas son mías.
Imagen: Dan Allison
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