Dora y yo nos casábamos. Era lo lógico. Por la simple razón de que nos conocemos desde hace demasiado tiempo.
Yo llegaba tarde. Aparecía en una arboleda, cerca de un río. Parecía pensativa. Pero me sentí cómoda. Dora me encontraba. Me llevaba de la mano.
Extrañamente, nos iban a casar en una iglesia. Pero, ¿cómo voy a casarme así de repente?¿Me dejarán así sin más? Me preocupaba también mi aspecto. Descubrí que arrastraba conmigo una maleta. La abrí en el mismo portal, bajo el arco de piedra. Mientras sonreía porque estaba llena de vestidos azules, escuchaba la voz del párroco: “No os preocupéis, os podéis poner cualquier cosa mientras no sea de color azul”.
Recuerdo una sensación de angustia. Un “la cagué”. Y poco más.
Es divertido que el sueño reflejara una preocupación estética, ¿qué me pongo?, y que no indagara por la trayectoria, el proceso mental que nos había conducido a la decisión de casarnos.
En los sueños, aparecen mágicamente objetos. Como la maleta alimentada de vestidos azules. La mente te indica autoritaria que un personaje que muestra la cara de tu vecina es realmente tu prima. Y aunque los ojos te digan una cosa, tú sabes que lo es. Los personajes se transforman. A veces monstruosamente. Los escenarios rotan, sin transición alguna. (¿Por qué un romance maravilloso se catapulta a un momento de discusión angustiosa con alguien horrible o un vuelo temerario a gran altura? ¡Traigan la hoja de reclamaciones!) Y, aunque tu voz en el fondo proteste, sólo queda en un callado murmullo. Pareces un fantasma dentro de tu propia historia. El guión continúa dictatorial. Pocas veces eres capaz de cuestionar lo suficiente como para sentir que has modificado el sueño conscientemente… ¿o debería decir con un mayor nivel de consciencia?
Se produce una turbadora batalla de poder entre la consciencia y el subconsciente. Y el segundo, a mí, me suele ganar.
Volviendo a nuestro matrimonio, índigo y vedado, lo más indignantemente irrisorio es que, incluso en mis siestas, surgen razones inmundas por las que prohibirme casarme (quiera o no hacerlo). A veces, porque te gustan las mujeres. Otras, porque vas vestida de azul. Todo igualmente aburrido y arbitrario.
Me doy cuenta de que los vestidos me lo suelo poner en verano, sobre todo en la playa. Para mí significan agua, calma y siestas, lentos paseos, tiempo para ver la puesta de sol. Quizá simplemente me apetecía sentirme así. No quería que me envolviera el sombrío ambiente religioso.
– Pues yo el otro día soñé con la boda de Ana y Paloma. ¿Y a que no adivinas quién era el cura?
El sueño de Mariluz también pasaba por la vicaría. En este caso, quien oficiaba era la soñadora. Se soñó a sí misma casando a sus viejas amigas. El punto desternillante es que estaba vestida con el uniforme del trabajo: iba de verde jardinera.
Ella entiende su ocupación con el valor y solemnidad que otras y otros le dan a emplearse, por ejemplo, en el campo de la justicia. Seguro que cuando, a primera hora, toca su uniforme y se prepara en los vestuarios, lo hace con un aire juicioso. Organiza su mente y sus sentidos para una nueva jornada. Pasea un carácter de bonzo esta mujer.
– ¡Allí estaba yo con mi mono verde! -bromeaba ella sobre el sueño.
Mientras, yo decidía que su empleo lo merece. Una persona que cuida y cura así árboles y plantas dispone de paciencia, sabiduría y sensibilidad. Los vegetales no rezan ni pecan. Pero ella los observa, recuerda sus nombres. No los juzga ni los aterra. Me empezó a agradar esta nueva secta religiosa que iba concibiendo sobre la marcha.
¡Espera un momento! ¿Qué tipo de palabras pronunciaría Mariluz en un rito así? Sería sensacional escuchar su discurso.
(Juego a preguntarme si yo quiero… mmm… no casarme… ¡vestida de azul! … y con una jardinera guiando la ceremonia.)
Eva
Me han parecido simpáticas y curiosas tus reflexiones y sueños sobre cositas cotidianas. Suena literario, sin duda. Me imagino que te llegan volando soplos de influencia de Amélie Nothomb, pero no sé si es así XD A ver si un día pillo algo de esta novelista 😛
l_blue
Oye, que interesante, me ha encantado.
Carmen.
Dora
Pues hoy en clase me estaba acordando de ti y de la mucha falta que me haces. Acabo de terminar en Baeza un curso sobre la felicidad y tú eres uno de mis deberes pendientes.
Echo de menos a alguien que diga sí a cualquier plan que se le proponga.
Olga
@Eva
Píllate “Estupor y temblores”. Es impactante y se lee en una sola tarde. Sus novelas son muy breves.
Seguiré practicando 🙂
@l_blue
¡Gracias, Carmen! 😀 Un amigo me dijo que es una rallada, pero creo que es de lo menos rallante que he escrito. Pobre de él si le paso algo realmente rallante. Le vuela la cabeza
@Dora
Ayer te llamé pero estaba comunicando. Luego te vuelvo a llamar. He recibido LA MERCANCÍA. ¡¡Gracias!! ¡Qué genial! Y qué impacto jajajajaja
A mí me pasa exactamente igual. Yo también echo de menos eso. Tengo que escribir y publicar algo sobre eso … ¡¡EA!!