– A veces tengo la impresión de haber perdido una hija -dijo Denis.
– Eres egoísta -protestó Clémence-. Ella es feliz.
Se equivocaba por partida doble. En primer lugar, la niña no era feliz. Y, en segundo lugar, el egoísmo de su marido no era nada comparado con el suyo: le habría gustado tanto ser bailarina que, gracias a Plectrude, satisfacía esa ambición por persona interpuesta. Poco le importaba sacrificar la salud de su hija para lograr aquel ideal. Si alguien lo hubiera dicho, habría abierto los ojos como platos y habría exclamado:
– ¡Yo sólo deseo la felicidad de mi hija!
Y habría sido de una franqueza absoluta. Los padres ignoran lo que su sinceridad esconde.
Amélie Nothomb en “Diccionario de nombres propios”.
Leave a Reply