Te diriges perezosamente al parque. Callejeas. Descubres rosales en jardines tranquilos. Vecinas y vecinos sentados en portales de otros tiempos. Hueles una flor, hueles otra. Avanzas. Vuelves a agacharte para oler. Del cemento pasas a caminar sobre tierra. Se aproxima el atardecer. Intentas captar la luz dorando cada elemento.
Entre los árboles, un chico ensaya con el saxo. No te acercas mucho para no molestar. Pero te quedas como público.
Ha valido la pena vencer la pereza.
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