Hasta ahora, y con mayor acento en las últimas décadas, se ha pensado, proyectado y evaluado la ciudad tomando como parámetro un ciudadao medio con las características de adulto, hombre y trabajador, y que corresponde al elector fuerte.
De este modo, la ciudad ha perdido a las y los ciudadanos no adultos, no hombres, no trabajadores, ciudadanxs de segunda categoría, con menos derechos o sin ellos.
Para subir al autobús o al tren hay que estar en buena forma física, bien entrenados, porque para subir hace falta superar un desnivel de casi medio metro. Un niño, una persona anciana o incluso una mujer con falta estrecha no saldrían airosos de la empresa.
(…) La propuesta es, pues, sustituir al ciudadano medio, adulto, hombre y trabajador por el niño y la niña.
No se trata de ofrecer iniciativas, oportunidades, estructuras nuevas para los y las niñas, de defender los derechos de un componente social débil. No se trata de modificar, actualizar, mejorar los servicios para la infancia.
Se trata, en cambio de conseguir que la Administración baje sus ojos hasta la altura de la niña y el niño, para no perder de vista a nadie.
Se trata de aceptar la diversidad intrínseca del niño y la niña como garantía de todas las diversidades.
Quien sea capaz de contemplar las necesidades de lxs niñxs, no tendrá dificultades en tener en cuenta las necesidades de las personas mayores, de las personas con alguna discapacidad, de las personas de otras comunidades.
La ciudad que sea más apta para las niñas y los niños, será más apta para todas y todos.
Francesco Tonucci en “La ciudad de los niños”.
Modificado para incluir el género femenino.
Imagen: Tang Yau Hoong
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