– ¡Pero no te pares!
– Ay, ¿lo repito?
– No lo repitas, tú siempre intenta seguir.
Cada vez que me equivoco leyendo o tocando una nota, el profe me pide que siga tocando. Ésa es una de las cosas que más difíciles para mí de la clase.
Así contado parece una bobada. Pero, en una cultura de la goma, del disculparse continuo, del perfeccionismo… cuesta dolorosamente acostumbrarse a que la disciplina no sea precisamente la precisión en cuanto a la nota tocada, ¡sino el ser capaz de continuar un ritmo!
Quizá resulta también una bonita lección para la vida. Hay errores en los que ni siquiera merece la pena pararse ni recordar. Funcionamos mejor si somos capaces de seguir con nuestra canción.
Ilustración: Paul Bommer
Leave a Reply