Los publicitas están atrapados entre dos exigencias contradictorias.
Por un lado, tienen que persuadir a los anunciantes de que son eficaces y de que, por lo tanto, pueden influir en las decisiones de compra de los consumidores; si no, la publicidad sería tan costosa como inútil, y las empresas renunciarían a ella.
Pero, por otro lado, también tienen que persuadir a los consumidores de lo contrario, ya que si la publicidad es eficaz, y supone un control de los deseos y los comportamientos, el público podría acabar por rebelarse contra esta voluntad de manipularlo.
Grupo Marcuse en “De la miseria humana en el medio publicitario”.
A reflexionar:
- ¿Qué estrategia usa la publicidad para persuadir a quienes consumimos de que no es eficaz?
- ¿Realmente es tan sutil o es que nuestros mecanismos de crítica están apagados o poco desarrollados?
- ¿Rebelarse?, ¿en qué momento?, ¿cuál es el límite de aguante?
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