Suele presentarse la publicidad como un medio neutral, un simple instrumento que puede promocionar cualquier mercancía (industrial o no), al servicio de cualquier institución (empresas privadas, administraicones públicas, partidos políticos) y que puede recurrir a cualquier valor. En realidad, las cosas se presentan bajo una luz muy distinta.
¿Quién recurre, en la práctica, a la publicidad? Evidentemente, los censores que vigilan los resbaloens no necesitan plantearse esta pregunta general; les basta saber quién ha hecho tal o cual anuncio particularmente escandaloso.
Y, sin embargo, todo está ahí: la publicidad la hacen las grandes empresas indutriales. En la Francia del año 2000, 27 empresas represental el 20% del emrcado de la publicidad. Y menos de 1000 empresas representan el 80%. Si relacionamos esta scifras con los 2.4 millones de empresas registradas en Francia, vemos que el 0.001% de las empresas representa el 20% del mercado publicitario, y que el 0.04% representa el 80%.
La publicidad está masivamente al servicio de un puñado de empresas hegemónicas que se sirven de ella para asfixiar a la competencia. Se trata de la gran distribución contra el pequeño comercio, los cárteles transnacionales contra los productores locales.
Aunque la publicidad esté formalmente abierta a todos, en realidad es el arma de las marcas más poderosas.
Grupo Marcuse en “De la miseria humana en el medio publicitario”
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