El otro día, un grupo de mujeres con pañuelos se congregó en la puerta del supermercado. Luego callejeó brevemente. Se paró ante la puerta de la biblioteca del barrio. Una por una, una hija y un hijo incluidos, solicitaron su carné de lectoras.
Días antes, “Ainhoa” mostraba su recelo ante la idea de dar una sesión en la biblioteca: “¿Para qué queremos el carnet? ¡No sabemos leer!”, se convencía.
“Quien no quiera el carnet, no se lo hace”, aclaramos. “La única diferencia es que ese día la clase será en la biblioteca y ya está”.
Tras conseguir “los papeles”, nos adentramos en sus profundidades. Empezamos a leer algún cartel: “misterio”, “aventuras”. A entender de forma básica la organización de la sección infantil.
Enseguida, un señor se nos acercó a protestar por un desorden que aún no habíamos cometido. Esquivamos el ataque. Proseguimos con la estrategia.
Nos dividimos en grupos. “Buscad un libro que os guste”, les pedí. “¿Pero cuál?”. “¿Éste, éste?”, y señalaba el primero y el segundo de la estantería.
¿Cómo explicar cómo se escoge un libro de la biblioteca? Mmm… Poner varios en las manos. Ellas intentan leer todo el libro sin haberlo catado.
¿Qué hacer? Pedirles que simplemente los hojeen. Que decidan si los dibujos les gustan. Que averigüen de qué van, por el título, algunas palabras y los dibujos, y si el tema les gusta. Que intenten conseguir uno con la letra grande y fácil de leer, sin mucho texto. Que los toquen sin miedo.
Escogieron alguno sencillo y lo leímos tranquilamente, sin problemas. Siempre con preguntas sobre lo que habían entendido.
Aquí está Raquel leyendo con Ainhoa el libro que ella misma escogió
Luego pasamos a los libros que les teníamos preparados para la clase. Dos empezaron a leer y jugar con uno de adivinanzas. Mientras, “Miriam”, una alumna que sabe leer y escribir pero no hablar castellano, se esforzaba en estudiarse el vocabulario de “El baúl de las palabras”.
Cadera, muslo, codo, hombro, ombligo, tobillo, rodilla…
Como no siempre podía preguntarle la lección, ¡¡hizo que su hijo se la preguntara!! Esto, aunque parezca lógico, es la primera vez que lo veo en una lady: que consiga que su familia no le chive el ejercicio, sino que le ayude a aprender.
Mientras, “Abierto” y el resto de su grupo repasan vocabulario básico sobre la alimentación con un libro muy chulo. Como siempre, él gesticula muchísimo para aclarar cada palabra.
A “Ainhoa” y una de las “Raqueles” les quise preguntar algo. Para animarlas. “¿Os imaginábais hace un año viniendo a la biblioteca y leyendo dos libros?”. Las dos se quedaron impactadas. Me pareció ver cómo Raquel se restregaba un ojo, aplastando una lágrima. “Quería deciros que estoy muy contenta con vosotras, que se nota un montón lo que habéis avanzado”. Como siempre, intentaron transmitir que todo era cosa mía. Hubo incluso bendiciones.
Sin embargo, al final de la clase, sólo “Miriam” cogió prestado un libro. El resto se excusó: “ya tenemos en casa” (no creo que sean de su nivel los que tienen), “no tenemos tiempo para leer”, “¿y si no los devolvemos a tiempo?”.
“Abierto” y yo hablamos más tarde sobre esa actitud de las ladies. Sobre todo de “Ainhoa”.
Según ellas, no saben. “Tengo cabeza dura”. “Contigo sí sé, luego sola no me acuerdo de nada”. “En casa no me sale”. “¿Para qué quiero ir a la biblioteca si no sé leer?”. “En la biblioteca nos miraron raro”. “Todo es gracias a ti”.
Da la impresión de que no merecen nada. De que piensan así de sí mismas. Su humildad brota de manera casi obsesiva. Limitante. Ruidosa. También se mezcla con una clase de pudor, y de temor a lo desconocido y a lo que huele a pecado. En resumen: “no soy capaz”.
¿Cómo hacer que poco a poco se noten capaces?
inma
Gracias por compartir estas experiencias con las ladies! Ojalá los medios de masas transmitieran mensajes como estos de vez en cuando!
Me encanta la forma tan cercana en la que nos cuentas cómo van aprendiendo y sus logros personales, aunque ellas no sean capaces de verlos… Supongo que la autoestima es una de las batallas contra las que tenemos que luchar todas las mujeres.
Aún, en mayor o menor medida, estamos muy condicionadas por este mundo que no nos ha sabido valorar. Imagino que, en el caso de las ladies, se deben de multiplicar las dificultades para ver lo grandes que son, reconocer todas sus capacididades y ser conscientes de hasta dónde pueden llegar.
Sin embargo, creo que con el trabajo que realizas con ellas y, simplemente, con ese ejercicio de reflexión sobre sus avances, poco a poco, irán dándose cuenta de lo importante que es cada pequeño paso.
Un abrazo!
Olga
¡Inma! Eso espero, que poco a poco vayan tomando conciencia. La verdad es que es un poco lío. No sé si interpreto correctamente todo esto. Quizá lo que nos parece humildad sea otra cosa… ¿falta de motivación? Y también me pregunto si no es toda mi reacción de un maternalismo un poco aburrido. ¿No tienen que salir estas cosas de ellas? ¿Quién soy yo para pretender hacerlas sentir capaz?
¿Me como demasiao la cabeza? Sí, de esto sí sé la respuesta JAJAAJAJ
inma
La verdad es que no conozco su situación personal, ni nada de ellas… ¡¡yo sí que no soy quién para opinar!!
Sin embargo, creo que cualquier persona adulta que está aprendiendo a leer y escribir, pone un gran esfuerzo de su parte y esto muestra una gran motivación, ¿no?
En fin, es todo muy complejo… porque a veces miramos las cosas desde nuestro punto de vista y es cierto que son ellas las que tienen que sentirse lo que son y lo que quieran ser. De todos modos, yo creo que todos estos procesos son un aprendizaje colectivo… Por eso no podemos dejar de comernos la cabeza tanto!!! jajaja.
Bruno Abarca
Nunca comento (casi :P), pero me encanta leer todo lo que hacéis con las ladies. Y me fascina tanto el trabajo que hacéis, como lo que crecéis haciéndolo y reflexionando sobre ello, y lo que nos hacéis pensar y aprender a los que estamos al otro lado. 🙂