el blog de los proyectos de Olga Berrios

Activismo, Comunicación

La extravagancia de llamarse Roberto

Hay noticias que nuestra lectura diagonal de todos los días no nos permite pasar por alto. El problema es cuando el titular no existe. O cuando sí lo hace, pero se limita a una pieza publicada en El Mundo en la sección Tribunales con un estilo más parecido a El Caso que a un medio de su peso o una nota de prensa de la FELGBT reproducida en webs de colectivos LGBT y blogs personales.

La historia de los últimos días de Roberto es jodidamente triste. No sólo por cómo acabó su vida, que es suficiente para querer decir basta y no saber más, sino por el ninguneo al que le han sometido los medios. Quizá cuando se retome el juicio o, cuando la sentencia vea la luz el ruido sea mayor; quizá lo sea porque la condena dictada es insuficiente y demasiado leve para no ser un “simple” homicidio sin coacciones ni daños a la integridad moral de la víctima. Veremos.

Por lo pronto, poco sabemos además de que las inculpadas se introdujeron en febrero de 2007 en el domicilio de Roberto —Concepción G. H. para El Mundo a lo largo de toda la noticia— “con la idea de ir ganando poco a poco su confianza hasta minar su voluntad”, según la Fiscalía, por lo que el trato que le otorgaron fue en todo momento “humillante y degradante”, aprovechando las dudas que tenía sobre su identidad sexual —dudas que le permitían participar activamente en la asociación El Hombre Transexual; es posible que la “duda” sólo la tenga el redactor de la noticia—. Ambas mujeres, además, “aprovecharon el rechazo que Concepción sentía por su cuerpo y la torturaron desnudándola y grabándola en vídeo, a sabiendas del sufrimiento que eso podría producirle. También le obligaron a vestir ropa femenina”, citando textualmente la nota de El Mundo.

“Concepción muere la madrugada del 1 de septiembre de 2007 sobre un colchón del suelo de su habitación, «desnuda y sucia», dice la Fiscalía.” Poco, o nada más sabemos, además de otros detales morbosos, al no haber sentencia aún.

Pero lo que sí conocemos de sobra es que, si no se habla de algo, es como si no existiera. Y un transexual FTM es sencillamente inasumible para un medio convencional hoy por hoy, a pesar de Chaz Bono.

Roberto no es un gay al que hayan apaleado un grupo de chicos enfurecidos y llenos de odio un sábado por la noche; no es otra mujer más, cruelmente asesinada por su marido violento, posesivo y anulador; no era un travesti al que tiraron de los tacones a patadas un grupo de machos con la bragueta caliente. Por no ser, no era ni quien decía ser. No era Roberto, era Concepción —¿no os ha quedado claro?— y ni después de muerto encaja en ningún sitio, por eso, mejor ni mentar su desgracia, no vaya a ser que nos incomode pensar que hay más como él por ahí sueltos.

Los medios han pasado de puntillas por este caso porque no encaja en ningún lado. Una mujer que quería ser hombre es retenida, torturada y asesinada finalmente por otras dos mujeres. Es el rizo del rizo y, para colmo, la transfobia, que por ser difícil, lo es hasta de pronunciar, se sigue asimilando con tedio a otras fobias que sólo son percibidas como algo cansino y victimista, tanto por medios como por la gente de la calle.

Y es que habrá más de uno que piense que “eso te pasa por cometer la extravagancia de empeñarte en que te llamasen Roberto cuando «en realidad» te llamabas Concepción.

Gracias a Olga Berrios por el aviso en su más que recomendable blog, labroma.org.

En diciembre os hablé de Roberto… Me encontré este artículo en una revista. No sabe la persona que lo escribió lo mucho que lo necesitaba.

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