Lo chupaba todo como un animal feroz. Se revolvía. Se agitaba. Cuando me pregunté si le habíamos molestado invadiendo su casa-cuerpo, sentí la mano firme de mi hermana en la mía. Eso era lo más real de aquel día quemado. Rubio. Avanzamos dos pasos más. La masa verde bailoteaba entre nuestras piernas. Más allá. Donde mirábamos. Nubea. Escupe espuma fría. Oscurea. Merodea. Y lo vuelve a chupar todo otra vez.
“Niñas en el mar”, Sorolla.
Estibaliz
Olga:
Cada vez me gusta más tu blog 🙂
Besos
Olga
🙂