Después de cuatro días, la mayor parte de la planta baja está limpita. Ha comenzado a darse una mano de pintura. Se han limpiado también las cristaleras de uno de los locales. Parece como si fuera a abrir una tienda de zapatillas. Pero no.
Está chulísimo. La gente desde la calle se queda pasmá preguntándose qué hace toda esa gente ahí, afanándose con los rodillos, brochas y balletas.
Ah, en la entrada hay un cartel indicando las posibles tareas, necesidades y advertencias de seguridad.
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