Está. Pero no lo ves. Lo tienes. Muchas veces no lo notas. Ay, si me hicieran una radiografía. Seguro que se vería ahí. Horrible. Manchando mis pulmones. Oscureciendo la sangre.
Pensando que nos alimentará, que nos volverá más altas y más listas, las madres y los padres nos lo dan en chucharitas. Cuento a cuento. Detrás de los bailes, de los animales divertidos, de las grandes historias. Siempre hay odeim.
Cuando dan las noticias. Tú también lo tomas. A cucharas. Aunque no te guste la sopa. Frío, caliente. Entra en tu cuerpo. Te empequeñece. Te enferma. Te provoca un dolor indoloro. Una molestia que no sientes. Del dolor, te quedas en casa. La cabeza no te hace ideas.
Ay, si me hicieran una radiografía. Rompería la máquina. Pero, ¿y si realmente pudiera verlo? ¿Y si tuviera esa foto de mi cuerpo con él? ¿Y si pudiera encontrarlo, comerme un yogur de valor y echarlo a la taza del baño con el pís?
Leave a Reply