Muchas personas han criticado la Declaración Universal de los Derechos Humanos por no ser precisamente universal, por tratarse de un documento que trata de imponer la moral occidental sobre el resto de la población.
Michael Ignatieff argumenta en contra de esta crítica lo siguiente:
La Declaración puede ser hija de la Ilustración, pero fue escrita cuando la fe en ella se enfrentaba a su mayor crisis de confianza.
En este sentido, los derechos humanos no son tanto una declaración de superioridad de la civilización europea como un aviso de los europeos para que el resto del mundo no repita sus errores.
El mayor error fue la idolatría del Estado-nación, que hizo olvidar a los individuos la obligación moral de desobedecer las órdenes injustas.
La hemos cagado. Vamos a contaros qué creemos que hemos hecho mal. Me parece una gran manera de presentar la declaración.
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