– Si supieras cómo fue su infancia, si supieras las cosas que le han pasado…
– Me importa un carajo su jodida infancia -señaló Alice.
– No, tengo que contártelo, por ella, por Faye… Fue una niña maltratada, te das cuenta…
– No me importa -chilló de pronto Alice-. Eres tú la que no entiendes nada. Ya me han contado todas las malditas infancias desgraciadas que estoy dispuesta a escuchar. La gente no para nunca… Personalmente, pienso que las infancias desgraciadas son el gran engaño, la gran excusa. (…)
– Yo sólo sé una cosa -dijo Alice-. Las comunas. Los squats. Si uno no se anda con cuidado, acaban convirtiéndose en esto: un grupo de personas que se pasan el rato hablando de sus terribles infancias. Nunca más. No estamos aquí para eso. ¿O acaso es eso lo que buscas? Una especie de encuentro permanente. Todo acaba convirtiéndose en lo mismo, si uno no está atento.
Doris Lessing en “La buena terrorista”.
¿Cuándo debemos poner punto y final una mala experiencia o un trauma muy jodido? ¿En qué momento nos limita posibilidades? ¿Cuándo es el momento de dejar de compartirlo? ¿Cuándo se convierte en excusa?
Olga
No ha sido a caso hecho lo de publicar dos artículos tan psicológicos seguidos. Como véis, van de dos temas nada relacionados: software libre y un libro que estoy leyendo.
Psikoloca
Un trauma potente a veces puede ser una excusa, pero otras veces no lo es la persona necesita sacarlo para poder caminar para adelante, pero también hay personas que lo sacan de manera cognitiva, sin servir para nada, y como excusa, o dentro de su propio proceso, al final hay que sacarlo con profesionales, eso es importante, desde luego hay veces que hay que empatizar con esas infancias, y luego devolverles que eso no quita para que se excusen en todos sus comportamientos actuales….
Saludos
Javi
Las heridas psíquicas siguen siendo desconocidas e infratratadas. El sistema público de salud no las atiende adecuadamente y el sistema privado solo es accesible a una pequeña fracción de la población y cada profesional actúa desde su escuela de tratamiento y sin controles de calidad. El sentido de responsabilidad personal es fundamental, por supuesto, pero a menudo las personas y su entorno se las ven con problemas psíquicos que los desbordan por completo y que si fueran producidos por un virus todo el mundo entendería perfectamente la necesidad de crear unidades especializadas, grupos de investigación, camas en los hospitales y un sistema de atención primaria y especializada… Como no hay un virus, ni un gen, ni una toxina, se prefiere repartir culpas y no investigar y crear servicios públicos. En mi opinión eso tiene terribles costes sociales ocultos, pero lo que no se ve, no existe.