Comenzamos bajando la ruta fluvial del Manzanares. Justo antes de su fin hay una pequeña vereda hacia lo que parece una central eléctrica y las vías del AVE. Todo empieza a ser muuucho más feo que esto.
Esta crónica no refleja lo más jodido de la ruta: la parte intermedia cruzando una pista llena de baches, charcos, árboles muertos, apestosas estructuras… De esta web he sacado el libro de ruta aproximado.
Qué lástima no haberme parado a echar algunas fotos para comparar el contraste de la parte inicial y final de la ruta a la parte intermedia, que supongo representativo de lo que es mucho Madrid: un paisaje inhóspito.
Cuando sales de las estructuras de estas carreteras (M45, NIV, AVE, cercanías, etc) y pasas con una bici bajo ellas y junto a ellas compruebas cómo se han construido y les ha importado un pito todo lo demás. El resto del entorno carece de sentido ahora, fuera de la estructura, e incluso se convierte en un verdadero estercolero.
La velocidad de la vida cotidiana y el que nos tengan marcados todos los caminos y los transportes posibles nos tapa los ojos a esa realidad.
Lo curioso es que un transporte como una bicicleta, que para nada está tenido en cuenta en el diseño de la ciudad, puede servir perfectamente para salirse de los límites establecidos. Con la bici te sales de ese margen tan delimitado y -hasta un punto- mucho más pulcro, cuidado y estudiado.
Es decir: si paseáramos más a menudo con otros tipos de transportes menos habituales y establecidos podría sorprendernos la cantidad -no sólo de limitaciones puestas a estos transportes- sino de agujeros y suciedades que generalmente andan escondidas.
El caso es que superada la pista que circula junto a los restos del canal del Manzanares y una planta potabilizadora que apesta, vuelves a cruzar el río ya muy cerca de Rivas.
Desfilando al pie de los cortados de la Marañosa, una zona con muchos restos de derrumbes.
Donde la pista acaba asfixiada por uno de esos derrumbes, puedes sentarte en las rocas y observar el agua que huye de Madrid.
Mirando hacia Rivas, la junta de los ríos: a la derecha el Jarama y a la izquierda el Manzanares.
Aunque todo es muy llano, el fuerte viento hace que parezca todo cuesta.
El río brilla. Un ciclista también sentado sobre una roca me mira y se ríe señalando al cielo:
– Fíjate. Hasta las cigüeñas -que son una de los aves más serias- están jugando hoy con el viento. Lo suele hacer el mirlo… ¡pero es raro ver jugar a una cigüeña!
Decido regresar en metro. El viento puede conmigo. Me despido de algunas de las cigüeñas que viven en la misma estación de la línea 9. Fijaos en esta foto, en la parte superior izquierda.
Por cierto: el Manzanares es afluente del Jarama que a su vez es afluente del Tajo.
Antonio
COnozco esa zona desde hace ya unos años y es cierto, está muy descuidada (malcuidada) y abandonada. Sin embargo, me gusta porque está muy tranquilo a pesar de ser periferia muy cercana a Madrid. Una buena ruta es continuar desde el punto de confluencia de ambos ríos y continuar por el sendero/pista junto al acantilado (quedando este a nuestra derecha y el río a nuestra izquierda) Pasamos junto a unas casetas semiabandonadas y llaegamos a la carretera de San Martín de la Vega. La cruzamos (el carril bici también) y continuamos de frente por otra pista que nos lleva hasta el mismo San Martín.