A veces tienes la duda de si estás realizando bien tu trabajo. En el Laboratorio pasamos una hoja de evaluación y los comentarios suelen ser muy positivos. Normalmente indican que deberíamos dar talleres por más tiempo, de mayor nivel y adaptados por colectivos.
Lo que pasa es que muchas veces te preguntas si los comentarios son para animarte o si son “flipadas” del momento, es decir, te emocionas pero luego realmente no cumples ese comentario ilusionado.
Pero si realmente el alumnado se lo curra, se buscan un aula y convencen a un grupo de gente para asistir a un bis a una repetición del taller… esto ya te asegura que realmente no es un aplauso vacío, sino que realmente consideran útil lo que les estás contando.
En Granada, Santander, Jaén, Guadalajara y otros lugares nos ha ocurrido. Hay gente que se ha organizado para convocar otras sesiones. Incluso algunas entidades nos han pedido no sólo estos cursos subvencionados, sino que nos plantean proyectos mayores y adaptados con los que obtenemos fondos también… el Plan Avanza cubre el 70% del proyecto.
En resumen: la gente que va a los talleres suele salir bastante contenta. El reto ahora es conseguir que en varias localidades (¡nos quedan muchas!) no tengamos que cancelar sesiones por falta de gente.
Ayudas que no ayudan
Fijaos cómo son estas cosas de las ayudas y las subvenciones… nos ponen objetivos geográficos que tenemos que cumplir. Supongo que si alguna localidad no la logramos, podremos justificarlo. Pero no nos podemos dejar muchas.
¿Qué hacemos? Recordando que tenemos un tope de tiempo hasta este verano… ¿Vamos a Melilla aunque sólo se apunten 3 personas -porque la subvención nos dice que vayamos allí- o le damos preferencia a organizar varios talleres de 20 personas en ciudades con más demanda como Córdoba?
Las ayudas externas te ponen este tipo de dudas sobre la mesa y en muchas ocasiones desde la oficina que expendió la ayuda no te asesoran en estas cuestiones.
Nuestro caso no es escandaloso ni grave, pero en el sector se oye mucho sobre casos de ONG que piden subvenciones y que -cuando las están desarrollando y ocurre algún imprevisto- las ayudas se convierten en normas nada flexibles, por lo que se montan chanchullos para cumplir las indicaciones.
Uno de los ejemplos más famosos es que una subvención pida las facturas de los hoteles en países empobrecidos. El o la cooperante se desplaza y descubre que en los hoteles baratos a los que va no le hacen facturas. Para poder justificar los gastos… tiene que dormir en los hoteles más caros, donde sí le dan la factura por la estancia.
¿De qué manera podemos arreglar este tipo de situaciones?
natalia
Hola!
Yo asistí a uno de vuestros talleres en Madrid y salí encantada y con muchas ganas de más! De verdad, os lo dije al terminar y lo confirmo, no sólo son las ideas y los conocimientos que aportais sino la profesionalidad y la cercanía que ofreceis.
Muchas gracias y a seguir con esa motivación!
fpuga
El problema es que nuestros legisladores no siempre están capacitados para el puesto que desempeñan. Lo ideal sería que cuando se sacasen las leyes sobre subvenciones se tuviese muy en cuenta la opinión de los receptores de las subvenciones, cuando en general sólo se tienen un poco en cuenta.