Una de nuestras visitas en Tiaret consistió en conocer la casa de la juventud de allí. Tienen un gabinete de escucha para atender a gente joven con problemas.
Es difícil evaluar en tan poco tiempo el sistema, pero me dió una sensación bastante pobre y además la visita fue tan relámpago que cuando empecé a enterarme de lo que iba (todo esto en francés, ¡menuda traductora teníamos!) y a ponerse interesante la cosa, nos echaron de allí.
Con lo que me quedé es que la principal dificultad de los jóvenes de la ciudad son los problemas de comunicación con sus familiares.
Se trata de una sociedad con demasiados tabúes y muy exigente, por lo que probablemente los errores y las dificultades se ocultan lo más posible.

Fatiha es la mujer que nos ha acogido estos días. Ella y Hana no son madre e hija de sangre, pero ahí están.
De la expresión “problemas de comunicación” me he acordado y bien a mi vuelta.
Justo cuando llegué desde Orán a Alicante traté de contactar con mi familia para saludar y decir algo así como “vuelvo sana y salva”.
Después de varios intentos, y cuando ya estaba en un tren de Alicante a Madrid, me enteré de que mi madre estaba ingresada y que le acababan de operar. Así que reboté de Madrid a Jaén.
Ahora está bien, aunque sigue en el hospital ya come una dieta regular. Y está compitiendo con su compañera de habitación para ver quién de las dos bebe y orina más (es que dicen que es bueno).
Sin embargo… vaya corte de digestión después de la experiencia de Argelia. Como dice Dora, este es el clásico síndrome de no contar nada para no preocupar al que está fuera.
Yo creo que es el peor remedio, porque al final (como me ha pasado muchas otras veces) me he enterado… y de mala manera.
Yo prefiero saber.
Rita
Cuánto viajecito! Yo estoy de acuerdo contigo, hace poco operaron a mi abuelo y tampoco me avisaron hasta que llegué a Oviedo y me dicen: no te dijimos nada para no preocuparte! En fin, que el enfado que cogí creo que sirvió porque para la última operación me han avisado.