De igual manera que enseñamos a los críos y a las crías a obedecer, también es sano que se les enseñe a romper platos, a cabrearse, a disentir y a llevar la contraria.
Crear un ser sumiso puede ser tan peligroso como educarlo sin disciplina alguna. Y no me refiero a las sectas sólo (ver curiosidad), sino a decir no a las drogas, a la violencia y al consumismo o a la represión, los tabúes estúpidos y los abusos de poder.
Enseñar a romper platos también puede ser un buen entrenamiento para que los educadores estén preparados para cuando el joven… les diga no a ellos mismos.
Curiosidad. Llama la atención que, en un estudio de las opiniones sobre la infancia, los adultos reflejaran que su mayor inquietud es que sus hijas y sus hijos entren en una secta. Un poco surrealista, ¿no?
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