el blog de los proyectos de Olga Berrios

Lesbianismo

Mi historia sobre la construcción de la visibilidad lésbica

Cada año ocurre lo mismo. Cada año me sorprende como si no lo supiera. Es curioso: mi cumpleblog coincide con el Día de la Visibilidad Lésbica. El 26 de de abril. Suelo olvidar esa coincidencia. Y eso que me encanta que exista.

El lunes pasado recordé que precisamente este 26 de abril cumplía nada menos que 10 años como bloguera. Durante unos días, me fui preguntando cómo celebrar algo así. Luego, como regalo cósmico, redescubrí esa coincidencia de la que os hablo y la idea se dibujó claro: tenía que reflexionar y publicar algo relacionando la visibilidad lésbica con este blog.

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Personalmente, comencé a construir mi visibilidad antes de ser bloguera, pero desde luego el blog ha significado una herramienta fundamental.

¿Construir visibilidad, dices? Sí, se trata de un proceso duro y largo. Una construcción que… Espera. Oigo los rumores, los comentarios, incluso oigo una mirada seca: “No seas dramática, hemos avanzado mucho”. Ajá. Ajá. Ya. Bueno. Sí. Personalmente, celebro todos esos avances. Me agarro a ellos con entusiasmo. Los festejo a menudo. Los recuerdo. Y no solamente porque me den alegría. Lo hago porque siento que son increíblemente superficiales y frágiles. Porque siento que si no lo hablo, lo olvidamos.

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A veces sospecho incluso que quien trata de darme carpetazo, a quien parezco aburrir con bollerías y activismos, me está tolerando de manera altanera y ridícula. Me da la razón como a las locas para cambiar de canal y sintonizar cualquier otro discurso que le interese realmente. Porque está claro que a este discurso ya se ha resignado, chata, así que pasemos página y mejor no hablemos de él. Ah, quizá sea eso lo que se siente ante la diversidad sexual: aceptación resignada, no tolerancia comunicativa. (Oye, quizá en este artículo descubran algunos temas de los que no se suele discutir abiertamente.)

Señoras y señores, no es una cuestión de aprobar una ley, dos o tres. Los logros legislativos son un primer paso: una preciosa introducción para sumergirse en un extenso libro. Faltan tanto debate, tanta comprensión, tanta profundidad y tantos referentes. Y, atención, no confundamos bucear en todo esto con aislarse en un gueto. (Cosa que sospecho que también se mezcla con frecuencia.)

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Verse a una misma

Mencionaba lo de los referentes. Es un término muy habitual en el activismo LGTB, pero posiblemente se desconoce. Aunque su significado es sencillísimo.

A las lesbianas. A los gays, transexuales, bisexuales. Nos faltan personas con las que hablar. Personas en las que fijarnos, aprender, tomar como ejemplo. Historias con las que identificarnos.

También sobre esto me he encontrado reacciones curiosas, posiblemente surgidas del simple hecho de que, si no experimentas esta carencia, es complicado que la percibas y comprendas.

La mayoría crecemos observando un mundo en el que la heterosexualidad es la norma. Lo cual llamamos “heterosexismo“. Hay que hacerse a la idea de que es tremendamente difícil imaginar una vida como lesbiana adulta a los 14 ó 15 años cuando sólo has consumido cine con romances heterosexuales, sólo te relacionas con familias tradicionales (al menos lo aparentan), sólo lees novelas de aventuras heterosexistas y sexistas, etc.

Os pongo un ejemplo personal. De adolescente, una vez fui a la biblioteca en busca de algún libro de ensayo o autoayuda sobre sexualidad que mencionara el lesbianismo. El único que localicé, sobre la sexualidad adolescente contada para madres y padres, qué significativo que no lo enfocaran a quinceañeras, señalaba la homosexualidad como enfermedad. Recordándolo, me siento muy feliz de que, a pesar de mi carencia absoluta de referentes, mi intuición me dictara en aquel momento cerrar aquel ejemplar y devolverlo a la estantería. Volverme y seguir buscando otras fuentes. Algo me había dicho claramente que lo que sentía no podía ser una enfermedad.

Otro ejemplo real. Una amiga descubrió con 22 años que le gustaban las mujeres. Lo hizo leyendo un cómic. Hasta entonces, jamás había leído sobre una relación así. Y menos sobre una relación así plena y positiva. (Porque otra cuestión es que durante muchos años, la literatura que contenía historias lésbicas siempre las finalizaba con un desenlace humillante y trágico.)

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El activismo empieza en casa

Verte a ti misma es el primer paso de la construcción de esa visibilidad. Qué curioso, ¿no?, para que el resto te vea, primero has de conseguir verte a ti misma. Parece una fórmula mágica. Me imagino con 17 años observando mi propio cuerpo translúcido.

Un siguiente paso lógico, que muchas personas saltan con una incoherencia espectacular, trata de visibilizarse ante las personas más cercanas.

Conozco a personas que han asistido a eventos de activismo, incluso coordinado actividades, incluso enarbolado discurso y bandera, pero en casa callaban.

Por favor, aunque sea crítica, que no se lea esto como una exigencia de visibilidad inmediata. Me parece importante volver a señalar que es un proceso y, como tal, merece su tiempo, su paciencia. Pero, como proceso, tiene unas fases lógicas. Personalmente, encuentro extraño dejar esta etapa para el final. Tan-tan al final que, de hecho, una expectativa habitual en algunas personas es vivir su sexualidad y la visibilidad una vez hayan muerto ciertos miembros de su familia.

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Una amiga y un músculo

Hay quienes se escudan en la privacidad para regatear las penurias del proceso de visibilizarse. “¿Por qué tienen que saber en mi trabajo que soy bollera?”. Bueno, ¿y por qué no? ¿No se manifiesta la orientación sexual del resto de tus compañeras y compañeros de forma habitual? Quizá no dicen “hola soy heterosexual”, pero, de forma natural, en las conversaciones, se da ese tipo de información. Lo que ocurre es que, por miedo, de una forma que hemos aprendido durante años y décadas, hemos construido un discurso que invisibiliza nuestra orientación en nuestras conversaciones.

En general, y esto lo saben quienes me conocen, tiendo a pensar que esa preocupación actual por la privacidad propia (sexual o la que sea) está destruyendo grandes momentos, conversaciones y posibles amistades.

“Pero si ahora contamos nuestro día a día más que nunca”. “Abre Facebook, por dios”. Uhm, no. Lo que hacemos es seleccionar una parte, a veces presumir de ella, pero apenas origina una miga de diálogo de interés. De nuevo, nos quedamos en lo superficial: la foto del desayuno, la alegría en la playa, esa nueva bici que alguien adquirió… Pero, ¿acaso nos acercamos al miedo que sintió esa persona ante su vecino el otro día?, ¿conocemos su alegría confusa al descubrir que superó algo vergonzoso?

No, controlamos más de lo que pensamos la información. Tememos la descompensación, la vulnerabilidad de que alguien sepa algo con lo que te puede dañar. (Esta idea posiblemente merece un desarrollo aparte.)

¿Por qué no hacernos más fuertes precisamente a través de la visibilidad? Quizá vivo un momento privilegiado, pero actualmente tanto en mi familia como en mi curro soy visible. Además, desde hace años. Hace tanto que me siento como “musculosa”, entrenada en ese sentido. ¿Por qué ser visible? Porque no sudas ante ciertas preguntas, porque puedes bromear, porque puedes reseñar la película que has visto sin censurar la parte en la que las protagonistas eran mujeres, porque puedes transmitir tus preocupaciones, porque puedes celebrar. Porque vives con mayor naturalidad. Porque eres feliz.

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La visibilidad como arma

En esta última fase de este proceso, la visibilidad se convierte en un súper poder. Aquí encuentro útil recordar una bella proclama: “Lo personal es político”.

Orgullosa, y nunca mejor dicho, di más pasos. En mi caso, el activismo fue una necesidad, un deseo. Nunca me planteé que existiera la opción de no hacerlo.

Entonces, coordiné un grupo de lectura de chicas lesbianas. Fui voluntaria dos años con un grupo de chicos transexuales, cosa que creo que contribuyó a potenciar y comprender mi propia visibilidad. Intento no faltar a la manifestación del Orgullo, invitando a las personas más cercanas (aunque me haría ilusión que no sólo vinieran lesbianas), engordando el amarillo de los derechos humanos: el de Amnistía Internacional.

Esta fase es donde, en mi caso, dio más juego este blog. (¡Ah, caray, pero si ibas a hablar del blog, es verdad!)

Sin ninguna expectativa de traspasar la reflexión personal, de repente, descubrí que algunas personas me acompañaban comentando los artículos. Luego empecé a atender consultas de personas por internet. Sin conocerlas. Algunas personas me pasaban el teléfono o el correo de su prima, de su amiga, esa que tenía dudas, que se encontraba angustiada. Trataba de responder a personas heterosexuales que querían conocer, tolerar de verdad. (Recuerdo especialmente a una compañera de piso desplegando toda su curiosidad acumulada de una forma especialmente sana.)

Fue un descubrimiento emocionante: me había convertido en un referente.

Pequeño, pero útil para alguien.

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El efecto visible

Para mí, sin lugar a dudas, la visibilidad sólo tiene efectos positivos para todo el mundo. No sólo para mí, no sólo para otras lesbianas. Cuando me planteé redactar este artículo, me surgió una pregunta que me llenó de curiosidad: ¿cómo ha influido mi visibilidad en las personas cercanas y en otras?, ¿qué posibles efectos ha tenido?

Mi hermana Eva destaca que este blog le ha sido útil para conocer aspectos y puntos de vista que normalmente no encuentra en otras fuentes de información: cómics, canciones, películas, activismos, “cacaos mentales que se hacen los heteros en cuanto a hipótesis absurdas”. Ella destaca las viñetas porque “el argumento es algo que no se suele mencionar, por tanto el factor sorpresa está siempre presente”.

Mi amiga Olga me recuerda que el blog no sólo ha formado parte del proceso de la visibilidad como arma, es la forma en la que le conocía a ella y otras amigas, referentes en mi vida.

Mi amiga Ney indica: “A mí, desde que soy tu amiga, como que me indignan mucho mas las cosas homófobas. Siempre me han indignado, pero desde que somos coleguillas, cada vez que veo u oigo algo así, es como si me estuvieran insultando también a mí.”

Mi amigo Flip bromea, y es algo que me encanta porque bromear con esto (sin un objetivo dañino) indica a menudo mayor naturalidad. Dice que a lo mejor a alguien se le ocurrió conmemorar este Día de la Visibilidad Lésbica después de leer este blog y por eso le pusieron la fecha de creación del blog a esta cita. Y añade: “Es una teoría, pero es factible”.

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Participa

  • ¿Qué efectos ha tenido para ti la visibilidad? Deja tu comentario aquí abajo 🙂

Agradecimientos

Muchas gracias a Esther por demandar un artículo “de más de cuatro líneas”, últimamente no reflexiono tanto como debería en el blog, y a la Chufa por darme ejemplo, por su estupendo post, su sinceridad, por estrujarse el cerebelo y por compartirlo.

6 Comments

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    Soberbio!!! Gracias por compartir todo, como siempre.
    En mi opinión, fundamental el tema de los “referentes” y de la visibilidad que debe existir en tu círculo más cercano (familia, etc..)

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    Me ha gustado mucho y me he dado cuenta a estas alturas de la vida que estoy continuamente en la fase dos de la última viñeta. Los bollotester no funcionan.

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    Fantástico escrito y consiguiente reflexión -o al revés-.Vapuleo inesperado para esta tarde de domingo… Voy a ver si te sigo “al pie de la letra” por este blog, Olga. Por si no me recuerdas, hay una amiga italiana en común. Un abrazote.

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    Olga

    @Flip Gracias. Ya sabes que tú eres uno de ellos. Referente, me refiero

    @LaChufa ¿Bollotester? ¿Cuálo?

    @IsaMoreno ¡Por supuesto que me acuerdo! ¿Cómo estás? ¿Qué te cuentas? 😀

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    Me quito el sombrero… hacía algún tiempo que no pedaleaba por aquí; cosa rara, porque leerte me sirve de avituallamiento, en esta y otras materias… el caso es que lo he visto ahora y he tenido la necesidad de comentar. Creo que la visibilidad, entre otras muchas cosas que explicas y comparto, mejora notablemente la autoestima y permite a terceras personas -cercanas o no- estimarnos más y mejor. En los contados espacios en los que evito mostrarme siento que “encojo”, así que estoy con el firme propósito de reducirlos a cero, aunque a veces no es fácil… También me ha gustado mucho el relato de LaChufa. Gracias a las dos 🙂

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    Olga

    ¡A ti por tu comentario! Ánimo con tu propósito.

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