La solidaridad es hoy un término superlativo: anclado en el espacio de lo políticamente correcto, a veces toma forma de condimento hueco, de perfil bajo.
Intencionalmente o no, se olvida que la solidaridad se asienta sobre la noción previa de una justicia social basada en el cumplimiento y promoción de los derechos humanos.
(…) Jamás en la vida, se ha dicho con acierto, fue tan posible construir un mundo sin pobreza. Jamás, por lo tanto, esa responsabilidad fue mayor.
Las sociedades avanzan cuando discriminaciones hasta entonces metabolizadas pasan a ser percibidas y se convierten en motivo de exigencia, debate e intervención.
(…) Es conocido ese axioma conservador que dice que vivimos en el mejor mundo de los posibles.
El día en que los electorados exijan políticos preocupados y resolutivos ante las injusticias de un mundo que se dice interconectado; el día en que en el Norte se ganen y se pierdan elecciones por este asunto prioritario, y que se promueva un proceso de normalización humana que erradique la pobreza extrema, la democracia, el civismo y la libertad habrán avanzado un riñón.
Jesús Barcos en “La arquitectura de las palabras” (negritas y cursivas mías)
En la imagen: palancas de cambios de bicicleta (jejeje)
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