el blog de los proyectos de Olga Berrios

Jaén, Momentos creativos

En busca de La Mella perdida

Cuentan las niñas y los niños de Alicante que un gigante pateó una montaña. Lo hizo con tanta fuerza que un trozo se desprendió y salió volando. Cayó lejos, en la mar. Y allí echó raíces. A alguien se le ocurrió llamarle “La isla de los periodistas”.

Rascacielos, ruidosa fiesta, poco gusto, mar atiborrado de multitudes… Pero nadie describe de Benidorm la hermosa masa ni el mito asociado. Hasta que conocí a aquel taxista que me relató la leyenda.

En Jaén contamos con un corte similar en el horizonte. Atrapada entre el cerro de Santa Catalina, con su sombrero de alcazaba y cruz, y el espectáculo del Jabalcuz, se encuentra divertida La Mella. Su nombre proviene de su apariencia de dentadura a la que le falta una pieza.

Jaén Imagen Eddy Allart

¿Dónde se hallará la pieza que le falta a nuestra montaña? Reflexiona sabia mi madre. ¿Lo sabrán los taxistas? Añade perspicaz.

Eso me recuerda a la vez que trepamos hasta allí arriba. El perro, Dora y yo. Allá ella, la Dora, exclamaba “¡por allí veo un camino!”. Y seguíamos persiguiendo campo a través un camino fantasmagórico que jamás apareció. Y las piedras resbalaban en una seca y dura cascada. Y en algún momento resbalé y mi culo ganó un premio enorme en forma de moratón.

el oli y la mella

El perro descubrió un pequeño prado y ladró de felicidad. Lo recorría de un lado a otro, como una bala loca.

oli haciendo esfuerzos por llevarse bien con dora

Las piedras se afilaban en ciertas zonas. Allí veo el camino. Repetía Dora. Pero la única pista eran los excrementos de cabras, que precisamente sugerían que por allí hallaríamos de todo menos un camino. Son esas piedras blanquecinas, de tremendos huecos, con vocación de haber nacido en el fondo marino. Quebrantatobillos podrían llamarlas. El perrillo se clavó allí. Lo cargué al hombro el resto del camino. Menos mal que tiene tamaño de loro y yo hombro de pirata, me dije.

Silenciosamente, por fin, logramos encaramarnos. De repente, nos encontrábamos en la nada. Le llaman a esta existencia por lo que le falta. Por la ausencia. Y nosotras estábamos tocando, existiendo en su vacío.

Desde la Mella juzgamos extraña la ciudad. Incluso el primer cerro. El castillo, así lo contemplaban los extraterrestres, seguro. Desde cierta perspectiva, las cosas no nos pertenecen. Nos abandonan, se vuelven ajenas. Pero, de vuelta a la mirada familiar, las mismas cosas nos reconocen y nos llaman por nuestro nombre.

jaén desde la mella

Desde allí arriba podíamos observar todo como extraterrestres. El silencio les envuelve. Entendimos que no saben interactuar con lo que observan. Nosotras tampoco supimos.

Desde allí arriba lo vimos todo a nuestro alrededor con nuestros ojos pero otra mirada. Aunque extraño y ajeno, lo encontramos todo. Pero ni rastro del diente extraviado.

3 Comments

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    Eva

    Muy bonica, la historiaa. Está muy bien escrita, sobre todo me ha gustado el cacho de cuando miras la ciudad desde la distancia.
    Jeje, me encanta el Oli al trote 😀 Perdigóoon.

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    Por pocas acabamos melladas de un tortazo en la Mella, habría sido una curiosa (y dolorosa) coincidencia. No recordaba cómo eran las vistas desde allí, al final valió la pena 🙂

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    Comment by post author

    Olga

    Gracias, Evica. Toy tratando de escribir de forma un poco más literaria, que es algo que echo en falta porque al final blogueando voy directa al grano y también da un rato de vergüenza. Pero Amélie Nothomb me ha animado jajaja

    Doraemon-gato-cósmico, prepárate porque en breve vas a volver a salir.

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