Esto me imagino que comenzó así. Que, a cierta edad, a todas nos toca hacer de mensajeras. Somos carteras especiales. Especiales curiosamente porque llevamos la correspondencia entre docentes y familia. Y sus mensajes, ¡ja!, tienen que ver con nuestras vidas. Son nuestros. Pero los reciben otras personas. Nosotras, los transportamos. Los entregamos.
Así que me imagino que la hoja de Julia llegó a María a través de Julia. Esa niña callada, en eterno movimiento, que acompaña y chiva a su madre sin hacerse notar a penas. Que a veces parece un sonotone, de esos enanos, escondida detrás de la oreja de su madre, apoyándola silenciosamente, susurrándole lo que no sabe hacer, sin que ella la detecte. Julia es la que se sube en las sillas y encaja posturas imposibles sin ensayar. Le salen naturales.
Y ahora la hoja de Julia está aquí. Entre María y yo. La observamos. La he traído para que me ayudes. Me mira. Noto su aliento. Venga, lee, digo. Progresa, a trompicones, pero lee bien. Sólo que no acaba algunas palabras. Sólo que, la gente, por estúpida, por una estúpida arrogancia, por distanciarse, escoge una palabras que no son normales.
No son normales desde los ojos de María. O desde mis ojos mirando a través de los de María. Aunque sí sean normales vistas con sus ojos de profesores del primer mundo. Nosotras seguimos dando clase a unos cientos de metros, en el tercer o quizá cuarto mundo.
Venga, educación física, eso qué es. ¡Gimnasia!, contesta su hija, en un insospechado arrebato de alegría. Imagino que es la única asignatura que le gusta. No tiene paredes, la entiendo.
Nombre. Su nombre. ¿Su nombre pongo? Sí, su nombre, el de Julia. Apellido. El de ella. ¿Ahora? Nombre del padre y de la madre. Vale, pongo el mío y ya está. Fecha de nacimiento. El día que nació ella, tienes que poner. Teléfono. Tu móvil.
Indíquese las dificultades que puedan impedir la práctica cotidiana de la educación física. Indíquese. Quiere decir que lo apuntes, que les avises. Indicar, avisar. ¿Dificultades?, ¿qué es algo difícil? Impedir es… algo que no te deja hacer algo. Práctica es cuando haces algo. Si tu practicas gimnasia, haces gimnasia.
Pues no hay nada, me dice. Pongo que nada, ¿no? Espera, ahora te va a preguntar concretamente cada cosa. Espera.
Aparato respiratorio. Toma ya. Mis ojos, a través de los ojos de María, se molestan. ¿Qué es eso? ¿No podrían haberlo preguntado de una forma más sencilla? Menos mal, entre paréntesis: alergias, asma, etc. ¿Tiene algo de eso? No. Pues pon no.
Aparato cardiovascular. ¿Eso a qué te suena? Se encoge de hombros. Sus ojos miran los míos. Mis ojos, todavía metidos en los suyos, están enfadados. Con las palabras. Aunque comprenden que no nos ponemos en la piel de María cada día. Se enfadan, se molestan mucho. Cardio es corazón. Otra vez el paréntesis salvador. No, no tiene nada de eso.
Aparato locomotor. Eso es todo lo relacionado con el movimiento. Los pies, los brazos, la espalda. ¿Tiene la espalda desviada, torcida? ¿Tiene los pies planos? ¿Le has llevado a pruebas de esas? No tiene nada de eso. La niña está sana, espeta.
Vuelvo a notarlo. Su aliento. No es agradable. María es esa mujer que está leyendo frases y que, mientras, a su hijo, al menor, le anda enseñando las vocales. Esa es María. No pierde el tiempo. María es esa gitana. La portuguesa, la del REMI, la que este verano fue cuatro días a la playa, la que no tiene 23 años, pero sí dos hijos.
¿Sabes qué es una asignatura? Son las matemáticas, aprender a escribir, como aquí. Cada cosa que estudias. Una asignatura de tu niña es la gimnasia. Hace deporte, ¿no? En el colegio. Esta hoja es para avisar a quien le vaya a dar esa clase. Si, por ejemplo, tiene la espalda desviada, hay ejercicios que es mejor que no haga, y otros que pueden ayudarle a mejorar, a tener la espalda más recta. ¿Entiendes? Si un día le pasa algo de esto, tienes que avisar.
Asiente. Guarda la hoja. Saca otra.
Me mira con sus ojos. Mis ojos ya se han salido de los suyos. Es fuerte, piensan. Lo que está haciendo. Sola contra el mundo. Está decidida. Eso me parece. Al menos, hoy.
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