Acabo de regresar de Cádiz. Ayer en el tren desde Santa Justa y asomándonos a Lebrija esto es lo que se veía. Son dos minutos de campos anegados por el temporal.
Y esto es lo que se ve justo entrando a la ciudad de Cádiz: por un lado océano y por otro… también.
Si os fijáis en esta imagen, es ese hilito fino el que se cruza en tren para llegar a la ciudad desde San Fernando.
El lema turístico es “Cadiz, la ciudad que sonríe”. Mirad otra vez la imagen anterior. Hay una parte de la ciudad que se asemeja a una sonrisa, ¿verdad? El lema es bueno, aunque también ha dado ya lugar a la creación de chirigotas, comparsas y chistes críticos sobre las actuaciones gubernamentales.
En el paseo (que de largo se me hizo eterno) en busca del telecentro.
Un breve rato en la playa antes del taller.
Desde aquí se ve la catedral.
Estas son las chicas que participaron. Rosa, Ana, Sole y Laura. Se habían apuntado diez personas.
La “aventurilla” esta vez fue que el paquete que habíamos enviado con los materiales y las fotocopias que solemos repartir no llegó. Probablemente fue una mezcla entre retraso y lo imposible de localizar el centro, que por las tardes está cerrado y encima está dentro de un enorme edificio de la empresa municipal de aguas y energía.
Por la tarde está todo como chapao y el acceso se realiza a través de un garaje y pasillos y escaleras un poco laberínticos… ¡¡no me extraña que el paquete no llegara!! Al final Flip consiguió con unas llamadas desde Madrid que los libros se entregaran antes de que acabara el laboratorio.
¡Eso es casi todo!
Ahora lo mejor. Lo siguiente lo leo desde el tren en una pintada color rosa de un muro de San Fernando:
tengo
derecho
a estar
GORDA
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