En Bhaktapur (Nepal) conocimos a Michael (se hace llamar así, tipo lista, porque los turistas no solemos quedarnos con sus nombres), que nos invita a conocer su escuela de pintura thanka. Su intención evidente es que compremos algo, pero como le hemos advertido que no lo vamos a hacer y a él no le importa, le seguimos.
Michael me cuenta que algunas de las obras decoran templos y otras se venden a turistas occidentales.
Chich Carolo se queda frito.
En el taller hay algunos adolescentes más aprendiendo este arte. Los mandalas son representacoines circulares complicadísimas.
Hay mandalas de la rueda del tiempo, la rueda de la vida, la vida de Buda, etc. Suelen explicar los caminos hacia el Nirvana y muchos, al mirarlos, te recuerdan también a una vista de pájaro de un templo.
Este mandala normalito que está pintando este chico creo que le llevará un mes.
Nos cuentan que se tarda diez años en aprender este oficio. Éste es un maestro.
En esta sala hay una familia al completo aprendiendo. Me parecen muy curiosos, pero alejados del Arte ya que más que la expresión de algo interno suponen la reproducción perfecta y de memoria de un modelo.
Tienen mucho que ver con la meditación y el cultivo de la paciencia, pero personalmente no me parecen de gran belleza.
Este peazo mandala se tarda en hacer un añito. Se suelen trabajar entre 7 y 9 horas al día.
Aquí tenéis de cerca un mandala, creo que dibujado por Michael. Si os fijáis, todas la figuras tienen un gesto diferente.
Y éste es “el mandalón”, el más grande del pueblo. Participaron cinco maestros y también tardaron años. En él se representan mil figuras, cada una con un gesto diferente, cosa que no intenté comprobar, claro.
Asun
Hola Olga!
Me alegro de que hayas vuelto con tantas cosas que contar y tan satisfecha con la experiencia. Seguiré atenta a las crónicas que vayas posteando. A ver si algún día nos vemos de nuevo.
Por cierto, esos mandalas son alucinantes.
Besos.
olgaberrios
Cuando usté quiera!