El ambiente de la mentira

Cuando alguien habla mucho y no dice la verdad se crea un ambiente muy especial, ¿verdad? Es lo que me ha pasado en una rueda de prensa hoy.

El orador o la oradora discurre. Suelen iniciar el discurso con buen humor, con una sonrisa y -por su puesto- con una introducción y un contexto estupendos. Pero al cabo de veinte minutos al receptor se le desencaja el rostro. Espera a que llegue la trama de la película que nunca llega. Del contexto, el orador pasa a exponer unos principios muy generales. Finalmente agradece la asistencia.

El público piensa, se revuelve, se confunde y se pregunta si ha escuchado bien, si ha entendido correctamente todo lo que el orador está diciendo. Se pregunta si es la única persona en la sala con esas dudas, ya que los demás asienten y aguardan. Se traduce las ideas mentalmente, apunta preguntas, reformula varias veces sus interrogantes para intentar llegar a la raíz por distintos caminos. Se plantea si con otra pregunta más a lo mejor obtiene esa respuesta que le dará la sensación de haber hecho un trabajo digno. Finalmente se frustra.

Habitualmente nos rocían con discursos eufemísticos y autopromocionales que te dejan más batía que la mayonesa. Tantos eufemismos que al entrecomillar piensas que quien lo lea no va a entender de qué se hablaba exactamente. Incluso te preguntas si el lector dedicará el suficiente tiempo a leer esa noticia como para descubrir lo que se cuece entre líneas… Porque encima quien se supone que tiene los datos y la autoridad para enfrentarse al mentiroso ni se atreve a declarar claramente lo que piensa y lo que sabe.

Aún peor, a veces nadie pregunta. Nadie inquiere si el discurso acaso no está contradiciendo los datos. Nadie pregunta si en serio el conferenciante piensa que le vamos a creer. O si directamente ha determinado que somos gilipollas. Nadie pregunta por qué nos han convocado para esta rueda de prensa inútil.

Y a veces te preguntas por qué coño vas a preguntar todo eso… ya sabes la respuesta.