el blog de los proyectos de Olga Berrios

Activismo

El parador de los Altos del Canódromo

7.55. San Martín de Porres (Carpetana)

El autobusero del 25 me advierte de que me bajo en un sitio lleno de chusma: gitanos, ecuatorianos y delincuentes.

Le doy los buenos días harta de la gente a la que se le llena la boca de miedo.

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Bubú y Pedro me esperan. Un rato después llega Ángel, un sociólogo que también va a participar en la excursión.

Lo llaman el parador de los Altos del Canódromo. Y es que el albergue está en un sitio bastante inhóspito, entre un antiguo canódromo y un cementerio, lejos de la red de metro. Los autobuses a ellos no les sirven.

Muchas veces cuentan en los recursos sociales que alejan muchos recursos unos de otros a propósito para que la gente no se apalanque y se mueva. Para obligarles a salir de una zona.

Por eso, por ejemplo, tienen tarjetas temporales en los comedores o en los albergues.

Su vida entonces se vuelve inestable y raramente obstaculizada por su bien.

En este albergue, además, hay 10 a 12 camas vacías siempre. “No sabemos por qué”, reconoce. Saben que tres las tiene reservadas el Samur Social para emergencias sociales, pero se preguntan con qué criterios cuelgan el “está completo” para algunos sí y otros no, cuando normalmente nunca está lleno.

Otro de los problemas en algunos de estos sitios es la provisión de comida caducada (y gratuita) para ahorrar costes.

“Los dos primeros meses los pasas con el estómago descompuesto y con un olor…”, lamenta Pedro.

4 Comments

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    Ana

    Hace algunos años asistí, junto con mi hermana y una compañera de la facultad a un curso de restauración de papel en esta fundación. Al mismo, que supuestamente era de “integración”, asistieron varias personas que vivían en la calle.

    Quiero aclarar que el curso estaba organizado por el IMEFE, que como se sabe otorga una subvención para la realización de este tipo de cursos.
    En el conocimos a varias personas que vivían en la calle y nos contaron los abusos que sufrían. Y en esta fundación mas que en ningun otro sitio. Nos explicaron que si asistían a uno de los cursos tenían derecho a estar en el albergue. El motivo era evidentemente que cuanto mayor fuese la afuencia de público, mayor sería la subvención que la fundación recibía por parte del IMEFE.

    El profesor y demás personal de la fundación se ocupaban vivamente de promover la “desintegración” de estas personas, ya que en todas las actividades ellos quedaban excluidos porque “no lo iban a hacer bien”, dándole absoluta prioridad a un grupo de señoritas que jamás hablaban con nadie “de integración”, llegando incluso a huir de ellos en los descansos, por supuesto con el consentimiento del profesor, que no sólo no desaprobaba su actitud, sino que la favorecía en todo punto. Incluso después de vernos a nosotras hablando con los demás, nos excluyeron igualmente (lo cual nos alegró, ya que a partir de entonces no tuvimos que volver a soportarlas).

    Tenían en dicha asociación unos “talleres” para “facilitar la inserción laboral de los sin hogar”, en los que los mismos fabricaban artesanía que luego se vendía. Por estar todo el día trabajando, durante unas 10-11 horas, les pagaban, creo recordar que 8000 pesetas a la semana.

    El profesor nos animaba a firmar por todos los días que no habiamos ido (el interés lo perdimos rápidamente, cuando vimos que no se nos permitía utilizar ningun tipo de instrumento ni a “las personas de integración”, ni a nosotras por juntarnos con ellos).

    El material del curso se lo quedaron en la fundación, así no tendrían que comprar nuevo en años sucesivos y podrían quedarse con las subvenciones íntegras.

    El prometido título sigo sin recibirlo.

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    miguel angel

    cuanto hijo de su madre hay en el mundo,gracias por publicar esta experiencia

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    Pedro Serrano

    Yo he estado en estos cursos que ha organizado la fundación San Martín de Porres, y además de tratarme muy bien, gracias a ellos conseguí un trabajo. No sé cual habrá sido tu experiencia pero conozco mucha gente que ha pasado por allí y a gracias a ellos han salido adelante.

    Conocí el taller de cestería que tú hablas, ya que estuve un tiempo en ellos y te explico que era cuatro días por semana cuatro horas por la tarde. No es cierto que trabajasemos 10-11 horas seguidas ni que nos pagarán. Hacíamos todo tipo de actividades, entre las que se encontraba la cestería. A muchas personas que participaban les sirvió para ocupar su tiempo y relacionarse con otros compañeros. Cunado se vendían esos cestos de manera simbólica nos repartían el dinero.

    Los comentarios que tú haces corresponden a una persona quizás ingenua que se creía todas las tonterías que alguno te diría, para te diera penita o para sacarte algo. Yo el tiempo que he estado me han tratado muy bien y no estoy de acuerdo con lo que dices.

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    Conozco la Fundación San Martín de Porres y su empresa de inserción EL Zaguán porque tuve la oportunidad de hacer un artículo sobre ellos en la Revista Nexoempleo. Es eso, precisamente una empresa de inserción que favorece el acceso al mercado de trabajo de personas en riesgo de exclusión social. Las experiencias de las personas que allí trabajan y de las “personas sin hogar” que están en los talleres prelaborales son muy positivas si hablas con ellos y te cuentan, puedes comprobarlo. La fundación es un recurso más para personas con dificultades para su inserción social y también laboral, personas con historias de vida complejas, personas en tratamiento por drogodependencias y otras con enfermedades mentales. El problema es que como entidad sin ánimo de lucro no tengan todos los recursos necesarios para que su albergue de 60 plazas para hombres se convierta en 100 o más plazas también para mujeres. La labor que la fundación San Martín de Porres hace individualmente con las personas sin hogar es destacable. Es intereante que se conozca el trabajo de esta fundación por dentro antes de opinar gratuitamente.

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