En el barrio donde hemos vivido, el agua viene día sí y día no por norma. Por las corrientes restricciones, es muy normal ver los techos de las viviendas adornados con depósitos para almacenar la mayor cantidad de agua posible.
Se le olvidó venir una vez y durante tres días no tuvimos agua.
Imaginaos: 14 personas conviviendo sin poder lavarse adecuadamente, fregar los platos con agua grisácea, no poder lavar las letrinas ni tirar de la cisterna (se le echa un cubo de agua mala que se almacena en esos bidones)…
Ah, el agua del grifo no es potable.
Vuelvo convencida que las restricciones de agua (siempre avisando con antelación) deberían ser más regulares en todos los países, no tanto por necesidad, sino como golpe pedagógico.
Y aún así… ¿quién dijo desierto?
La vegetación de la zona se parece bastante a algunas partes de Ciudad Real y Jaén: abundan las amapolas y los jaramagos, esas florecillas amarillas tan comunes. El horizonte es incluso más verde.
Dora
Las jaramagos son mis flores preferidas 🙂
Olga
A mí me gustan los pensamientos.