En Luanda, al menos en la Angola de 1994, el dólar era el rey y no el kwanza, que se devaluaba cada hora. La Revolución de los claveles le había traído al país una independencia súbita, la novedad desató el miedo y casi 300.000 colonos portugueses huyeron.
Angola entró en el capitalismo de forma salvaje y las calles de la ciudad se convirtieron en mercados. De no haber nada a la venta, todo, incluida la ayuda humanitaria, pasó a estar a la venta.
Así brota la candonga, con ministros y empresarios situados los primeros a la cola del comercio. (…) El gobierno, en un rapto de generosidad democrática, conceció un Audi a cada diputado. El chiste era fácil. El Parlamento quedó bautizado como Auditorio.
“Cuadernos africanos”, Alfonso Armada.
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